Todos los días encontramos en los medios de comunicación noticias que venden las bondades y la importancia de formar parte de la Unión Europea dando por sentado que es la única opción viable para desarrollarnos como país. De lo que se habla menos es de todas las implicaciones que tiene formar parte de este entramado económico y político, de cuál es realmente su función, de su carácter irreformable y en qué situación deja a los países de la periferia con las medidas económicas que impone.
El problema de la Unión Europea no se deriva de la gestión de la pandemia o la coyuntura actual, sino que es un problema estructural de su funcionamiento dentro del marco imperialista. Su propia fundación se basa en un acuerdo entre grandes capitalistas para mejorar su posición en el mundo ante las pugnas interimperialistas y para garantizar la expansión de su rentabilidad a costa de la explotación de las trabajadoras. Esa ha sido siempre la seña de identidad de la UE: la unión para asegurar la rentabilidad y beneficio de los grandes monopolios a costa del expolio de materias primas y del sudor de la clase obrera, tanto europea como internacional.
Bajo la falsa premisa de construir y expandir un mercado común para la venta de mercancías y la circulación de capital y de fuerza de trabajo, los países de la Unión Europea de forma cómplice apuestan por la liberalización del mercado con medidas contrarias a los intereses de la clase trabajadora. Se ha consolidado un nuevo modelo europeo en el que los países periféricos no tenemos otra opción que convertirnos en el «sol y playa» de los grandes países industrializados. A consecuencia del desmantelamiento de gran parte de la industria, la precariedad, la estacionalidad o la emigración son las únicas tres opciones a las que condena la UE a las jóvenes trabajadoras para poder salir adelante. Ya lo vivimos en la crisis de 2008 y lo seguimos sufriendo a día de hoy: la UE y su defensa natural de los intereses empresariales condena a millones de jóvenes en nuestro país a una situación de inestabilidad, desempleo, estacionalidad y pobreza. Pero no podemos dejar que los árboles nos impidan ver el bosque: el problema no es solamente la precariedad derivada de una economía de servicios, si no que es la consecuencia de la falta absoluta de soberanía de nuestro país que, pese a contar con capacidad y recursos para producir lo que necesitamos, basa su economía en el turismo y el sector servicios, sectores altamente precarizados, para salvaguardar los intereses de la gran burguesía europea.
La situación a la que nos vemos abocados necesita un cambio que nos permita coger las riendas de nuestro destino. La salida de la Unión Europea, por imperialista y antiobrera, es imprescindible para construir la soberanía popular que permita a la clase obrera ser dueña de su futuro y revertir esta situación de miseria, incertidumbre y asfixia en la que nos encontramos millones de trabajadoras en España. Es el momento de organizarse, luchar contra la precariedad laboral, el desempleo juvenil, la asfixia de los alquileres y la miseria que la UE nos reserva a las jóvenes trabajadoras. Porque dentro de esta Unión Europea no cabe futuro digno para la juventud de clase obrera.
¡Ante la Unión Europea imperialista y antiobrera, soberanía popular!