La elección de las fiestas nacionales nunca es inocente, y en el caso de España no iba a ser menos. Desde hace más de un siglo, en nuestro Estado se celebra el 12 de octubre por ser la fecha del descubrimiento de América. La conmemoración de este “descubrimiento”, por más que resulte polémica para muchos[1], tanto en España como en Latinoamérica[2], parece una de las más adecuadas para conmemorar el nacimiento del Estado en nuestro territorio. Si no se trata de un reconocimiento explícito de este hecho, es, cuando menos, un muy oportuno desliz el considerar una fiesta nacional un hecho tan indisolublemente ligado al expolio y la violencia sistemática, dos de los rasgos definitorios del Estado.
Al decir que consideramos adecuada la conmemoración de la llegada de Colón a América no pretendemos hacer nuestra la celebración, sino señalar cómo el actual Estado español, pieza clave del polo imperialista occidental que componen los países de la OTAN y la UE, no se puede explicar sin ligar su desarrollo con la empresa colonial americana. Entender esta relación es indispensable para alumbrar el camino que lleve a la disolución del actual estado de cosas, a la emancipación de la humanidad, y para entender el papel que el proletariado de España juega en esta gigantesca tarea. La fecha del 12 de octubre nos parece, eso sí, un momento más que oportuno para acercarnos a esta cuestión.
Todo lo que conduce a la llegada española a América se inserta en un momento de transición de la Edad Media a la Edad Moderna, caracterizado por toda una serie de procesos que condujeron al desarrollo, en última instancia, de la producción capitalista. Uno de estos procesos es el del impulso del comercio a larga distancia, sobre el que se funda la obra de Cristóbal Colón, que pretende llegar a la India internándose en el Atlántico en dirección hacia occidente. Es de sobra conocido el resultado de esa expedición. Lo que aquí interesa, sin embargo, son las implicaciones que este va a tener a nivel global, pues es, en palabras de Marx, una palanca para el desarrollo de la acumulación originaria, es decir, para la concentración de medios de producción que permitió el desarrollo y predominio del modo de producción capitalista:
Si nos detenemos a explicar este párrafo, veremos que condensa un proceso histórico de vastas consecuencias. La llegada a América, en primer lugar, puso a disposición de Castilla una enorme fuente de materias primas para el comercio, algunas de las cuales, debido a su novedad, exclusividad o escasez, cobraron gran valor. De entre ellas, cabe destacar toda una serie de productos agrícolas que supusieron un nuevo impulso a la revolución que ya vivía la agricultura desde el final de la Edad Media, dando lugar a un gran enriquecimiento de los arrendatarios. Además, una de las más importantes materias primas venidas de América son los metales preciosos, que llegan a Europa en cantidades tan elevadas que conducen a su desvalorización. Estos dos factores permiten el desarrollo de esta clase de arrendatarios en el campo que, beneficiados por el pago en dinero de contratos de arrendamiento de muy larga duración y salarios devaluados, obtienen ganancias extraordinarias con la constante subida de los precios de sus productos. Del enriquecimiento de los arrendatarios agrícolas y el empobrecimiento de los asalariados del campo nacen también el proceso de concentración de la propiedad y el de proletarización, que permite la expansión de la manufactura y la creación de un mercado interno en el que los capitalistas colocan sus productos.
Además, la relación de las colonias con las metrópolis responde a las necesidades de estas y de la producción que en ellas tiene lugar: las colonias sirven como mercado cautivo, al que se venden mediante políticas proteccionistas productos elaborados y del que se extraen materias primas en favor de los productores de la metrópoli. Alrededor de la creación y el sostenimiento de este mercado nace el Estado, en tanto que medio para asegurar su buen funcionamiento, por medio de la ley y de la coerción, que sostienen tanto las relaciones de propiedad como las condiciones en que se venden la fuerza de trabajo y el resto de las mercancías.
El período manufacturero de la industria, el primer escalón en el desarrollo de la producción capitalista, se caracteriza porque el control del comercio es lo que permite la acumulación del capital que da lugar a la supremacía de una industria sobre otra, por lo que no se puede entender este periodo sin el papel central que juegan los dominios coloniales en él. Precisamente por ello, comienzan a desarrollarse guerras comerciales, esto es, conflictos por hacerse con los mercados de las colonias de otras potencias, que acaban desembocando muchas veces en guerras abiertas.
A consecuencia de esto, observamos cómo los Estados no dudan en endeudarse para sostener a las diversas compañías que se lanzan a conquistar los mercados coloniales. La hacienda moderna, el método por el que el Estado trata de saldar, socializándolas, estas deudas, tiene su origen aquí.
España no es ajena a ninguno de los pasos de este proceso, y, de hecho, en algunos tiene un papel protagonista. Poco importa aquí la existencia de Estados en los que el capitalismo se haya desarrollado antes o más rápido que en España: lo crucial es señalar cómo su papel en las colonizaciones de la Edad Moderna sitúa de lleno a nuestro país en el centro del mundo capitalista desarrollado, y, en última instancia, lo inserta entre las potencias imperialistas que lo dominan a medida que se generalizan los monopolios. España hace descansar el desarrollo de su incipiente industria sobre el mercado cautivo que mantiene en las colonias, del que extrae materias primas y al que vende, durante mucho tiempo en régimen de monopolio, sus productos manufactureros. El sostenimiento de una mano de obra esclava en América y la forma en que se produce el intercambio de mercancías sienta las bases para el sometimiento de América Latina incluso después de proclamada la independencia de sus países. Aún en el Siglo XIX, la riqueza de España descansa sobre el expolio de América y permite la creación de grandes bancos que, como el Santander, tienen como objetivo inicial precisamente la financiación de expediciones comerciales al otro lado del Océano[4].
Cuando hoy se produce un debate sobre si España debe o no disculparse por el expolio cometido en América, las dos corrientes en liza no escapan de una visión burguesa del proceso, que no se puede sostener desde una perspectiva marxista. Mientras que las posiciones más conservadoras sostienen una defensa a ultranza de la actuación de los españoles en las Américas, la posición más progresista falla a la hora de llegar al fondo del asunto, convirtiendo el expolio de América en una cosa del pasado, tratando de hacer ver que este ya no tiene consecuencias en el presente.
Esta perspectiva progresista vela por completo el papel que el Estado y el capital todavía juegan en ese expolio. En primer lugar, defienden que el Estado español debería disculparse por lo que hizo en el pasado, dando a entender que hoy no hay nada que criticar sobre la posición de España en América Latina: la actuación de nuestro Gobierno, legitimando o deslegitimando a determinados gobiernos, respondería meramente a unas relaciones internacionales desarrolladas en clave de igualdad entre los Estados implicados en ellas; perspectiva que oculta el carácter imperialista de España, que se ha construido sobre el desarrollo desigual a lo largo del globo desde hace al menos quinientos años. En segundo lugar, la postura que habla de la responsabilidad de España, como Estado-nación, en el expolio de América, falla al esquivar por completo el papel que juega el capital español en América Latina, a cuyos intereses sirve nuestro Estado.
Cuando las tendencias progresistas burguesas se lanzan a este debate, encubren con un discurso parcial la responsabilidad que tiene la burguesía en el desarrollo del capitalismo y, en última instancia, del Imperialismo, su fase superior. Ni las aparentemente más avanzadas posiciones del reformismo socialdemócrata, a este o al otro lado del Océano, llegan a exigir que empresas españolas como el Banco Santander o Repsol se disculpen por el expolio; no llegan a profundizar en el origen de los capitales sobre los que se fundan estas empresas, ni en el papel que juegan en el sostenimiento de un orden mundial en el que existe un centro que acumula las riquezas y una periferia sometida a los intereses de la burguesía que domina ese centro. Esto no es casual, pues la dependencia del crédito, para sostener las políticas socialdemócratas en el centro y en la periferia, así como para permitir la acumulación de capital de las burguesías locales en América Latina, ata a sus defensores a las grandes entidades financieras.
De entre estas, aquel Banco de Santander, creado, como ya vimos, para sostener el comercio con América en 1857, figura como una de las más importantes en América Latina[5], y como la decimoséptima a nivel mundial[6]. Su vinculación con los países que conforman la región se da a través de créditos para políticas gubernamentales y regionales, sea para rescatar la fallida economía de Milei[7], sea para promover una aparente transición ecológica atada por completo al lucro capitalista[8]. Bancos de desarrollo como el CAF están fuertemente ligados al Banco Santander, asociando, así, el desarrollo de América Latina que promueve la entidad al lucro del capital español[9]. En general, el Banco Santander cuenta con filiales en la mayoría de los países de Latinoamérica, en muchos de los cuales, de hecho, se posiciona como el banco más importante.
El control financiero del Santander sobre América Latina no se puede disociar de la acumulación del capital en España, que condiciona la manera en que el crédito se amplía o restringe según los intereses del centro imperialista. Conocer de manera detallada la situación financiera de los Estados y empresas de América coloca en una posición de clara ventaja al capital español frente a las burguesías de la región[10].
Y si la exportación de capitales es uno de los rasgos definitorios del Imperialismo, la extracción de materias primas aporta asimismo a la caracterización de España como un elemento clave en la política imperialista. El ejemplo más evidente es el de la empresa Repsol, que ha actuado durante buena parte de su existencia como un monopolio sostenido por el Estado español, lo que ha permitido que se posicione como una de las mayores petroleras del mundo, particularmente bien posicionada en América Latina[11]. Sirva de ejemplo el tratamiento, como un asunto de Estado, de la expropiación de su filial argentina YPF en 2012[12]. Casos similares los hemos visto con otras empresas españolas que tienen grandes operaciones en Latinoamérica, como Sacyr[13] o ACS. Todas estas empresas han continuado extrayendo enormes ganancias de la explotación de recursos básicos por todo el continente, sin que los beneficios que esto les reporta hayan revertido en el desarrollo del territorio[14].
Por su inserción en la UE, el Estado español vela, en sus relaciones internacionales con el continente americano, no solo por los intereses de sus empresas nacionales, sino por los del capital europeo en general. Así, mientras por un lado Repsol se reúne con Nicolás Maduro[15], el Parlamento español acuerda pedir el reconocimiento de Edmundo González[16], consigna lanzada por las derechas de los Estados miembros de la UE[17], asegurando en cualquier caso la continuidad de los negocios españoles, y sentando las bases para la extracción de beneficios de otros países europeos.
Todo lo señalado hasta ahora nos permite afirmar que sí, la Hispanidad está más viva que nunca, y por más mortajas con que la socialdemocracia la cubra, vuelve a surgir de su ataúd, como un vampiro, para chupar la sangre de Latinoamérica. Que celebren ellos el hermanamiento de las burguesías de este y el otro lado del Océano. El proletariado revolucionario sabe que solo hay una forma de enterrar para siempre la Fiesta Nacional, de abandonar los llantos de plañidera sobre nuestros pecados pretéritos. La emancipación de la Humanidad pasa por entender que la lucha del proletariado en España tiene un enemigo común con los pueblos de América Latina: el capital español, cuya posición en la cumbre del sistema imperialista no se debilita por señalar la culpa de España hace quinientos años.
La mejor disculpa que puede dar el proletariado de España es derrocar el imperialismo en nuestro Estado.
[1] https://elpais.com/opinion/2024-10-02/el-debate-tiene-espana-que-pedir-disculpas-a-mexico.html
[2] Sin querer entrar al debate terminológico en torno al concepto de “Latinoamérica”, nos referimos con este término al conjunto de países no anglosajones que conforman el continente americano, en los que España tiene un papel determinante.
[3] Marx, K. (1990 [1867]) El Capital, Vol. I. p. 685. Ed. Progreso
[4] https://www.santander.com/es/sobre-nosotros/nuestra-historia#1950-1856
[5] https://elordenmundial.com/mapas-y-graficos/bancos-mas-importantes-latinoamerica/
[7] https://www.clarin.com/economia/gobierno-negociando-prestamo-banco-santander_0_c0Pkenhc3q.html
[10] “[…] un puñado de monopolistas subordina a sus intereses las operaciones comerciales e industriales de toda la sociedad capitalista, estando en condiciones- por medio de sus relaciones bancarias, sus cuentas corrientes y otras operaciones financieras- de, primero, conocer exactamente la situación financiera de los distintos capitalistas; segundo, controlarlos, influyendo sobre ellos a través de la ampliación o la restricción del crédito […]: y, finalmente, de decidir enteramente su destino, determinar su rentabilidad, privarles de capital o permitirles acrecentarlo rápidamente y en proporciones inmensas”. V. I. Lenin (1905). Imperialismo, fase superior del capitalismo. Ed. Fundación Federico Engels (Madrid). P. 23
[11] https://www.repsol.com/es/conocenos/historia/index.cshtml
[12] https://www.bbc.com/mundo/noticias/2012/04/120417_repsol_reacciones_
[14] https://www.elsaltodiario.com/multinacionales/repsol-acs-ibex-35-marca-espana-latinoamerica