En este primero de mayo, día de la clase obrera, es nuestro papel como comunistas analizar la coyuntura histórica concreta de la lucha de clases y las tareas inmediatas que debemos llevar en nuestra praxis. Hoy vemos cómo, pese al carácter festivo y el papel protagonista y autorreferencial que toman las principales centrales sindicales de este país en esta efeméride, cada año menos trabajadoras acuden a las convocatorias y a los espacios de influencia de los sindicatos, que son vistos como algo ajeno a sus intereses como clase. Frente a un empobrecimiento creciente de nuestra clase, las principales organizaciones del movimiento obrero en nuestro país sacan su músculo de dirigentes y delegados sindicales por una defensa abstracta del “empleo digno, la democracia y la paz” dentro de los márgenes del Estado burgués en la coyuntura histórica imperialista actual.
En gran medida, las principales centrales sindicales se encuentran hoy sumidas en su propia autorreproducción, cada día más alejadas de la organización del conjunto de la clase obrera. Esto ocurre, por un lado, por la incapacidad que tienen estas estructuras —que fueron engrasadas como aparato sindical en una coyuntura histórica distinta, especialmente en el plano objetivo— para adaptarse a las nuevas realidades de la clase obrera y la organización de la producción, incapacidad por tanto de integrar y canalizar cómo las jóvenes trabajadoras sufrimos las consecuencias de al contradicción capital-trabajo en distintas esferas. Lejos de tratarse de una cuestión de relevo generacional de las estructuras, desde las posiciones marxistas debemos señalar al papel que juega la aristocracia obrera como dirigente hegemónico de las centrales sindicales hoy. La consecuencia es evidente: la puesta en práctica de un sindicalismo alejado de experiencias que nacen de la propia clase obrera, ajenas a su experiencia práctica espontánea de organización. Esta práctica, que es la hegemónica en el contexto del polo imperialista europeo, implica que la dirección del Movimiento Obrero-Sindical se asiente en las dinámicas de la institucionalización y de pérdida de referencia entre la clase, formando parte integrante del programa reformista y conciliador. Se busca vender la fuerza de trabajo al mejor precio, olvidando el objetivo revolucionario de acabar con las relaciones sociales de producción.
Sin embargo, esta situación debemos enmarcarla en una coyuntura histórica más general: la situación de derrota del movimiento obrero revolucionario y del comunismo. Tras décadas de estrategias interclasistas y distintas desviaciones en el movimiento comunista internacional y específicamente en el movimiento comunista español, no existe hoy un Partido Comunista que ejerza como vanguardia de la clase obrera, sino que está por reconstruir. La experiencia revolucionaria de los siglos anteriores nos ha mostrado con claridad la necesidad de una organización consciente del proletariado, que asuma en su vinculación con las expresiones de la lucha de clases concretas, la tarea histórica de tomar el poder por vía revolucionaria para establecer su dictadura.
¡Hacia la organización de nuestra clase, hacia la reconstrucción del Partido Comunista!
¡Viva el 1 de mayo!