Ante la Cumbre del Clima de Bonn
Otra Cumbre del Clima. Otra farsa. Tal y como nos tienen acostumbrados, cada año se produce el lavado de cara verde de nuestros dirigentes europeos. Merkel, la recién apodada “canciller del clima” y el joven y apuesto Macron que está llamado a la regeneración de la delicada Unión Europea, se perfilan de nuevo como los nuevos líderes verdes de moda. Prometen recortes en emisiones de CO2, aumento de fondos para la lucha contra el cambio climático, ¡incluso “acuerdos concretos”! En definitiva, si creyéramos a los voceros del capital cualquiera diría que sí existe un auténtico esfuerzo internacional para resolver este tema.
Sin embargo, la publicidad nunca ha sido amiga de la realidad. En cuanto a Alemania, más del 40% de su energía eléctrica la consiguen a partir de lignito, el carbón más contaminante y de peor calidad. Mientras que Francia sigue apoyándose en la energía nuclear, diana de los grupos ecologistas por los riesgos y desechos radiactivos que conlleva. Y evidentemente ninguno de los dos líderes concreta qué planes de actuación deberán llevar sus países para realizar una transformación del modelo energético y productivo que realmente corte las emisiones y consiga reducir un 40% los niveles de gases de efecto invernadero respeto a los emitidos en 1990.
La razón de esta hipocresía es sencilla: no se puede detener el cambio climático desde el capitalismo. No se puede reducir el consumo porque el capitalismo se sustenta en comprar y consumir bienes y servicios cada vez en mayor medida. El capitalismo se basa en extraer y gastar recursos cada vez más y con mayor rapidez. Porque si no se hace esto, no crece la economía. No es compatible la preservación del medio ambiente con el capitalismo. Y por eso se refugia en la retórica y en la pose.
Otra cumbre, otra farsa. Cada día con más sequía en España. Y cada día con más lluvias torrenciales en Grecia. Cada vez con menos planeta para vivir.