El 9 de mayo de 1945 las tropas soviéticas culminaron la toma de Berlín y dieron fin, de esta forma, al régimen nazi. El mundo pudo entonces levantar la mirada y hacer balance de lo que había supuesto la barbarie fascista; una guerra a escala planetaria, con millones de muertos y un sufrimiento que no conoció fronteras; un infierno de persecuciones étnicas y nacionales, fomentadas desde una ideología estatal que propugnó el supremacismo ario más aberrante; una agresión sistemática al movimiento obrero y sus conquistas, uno de los objetivos declarados del nazi-fascismo pese a su retórica engañosa.
Frente al horror se enfrentó la resistencia. No hubo resignación. El antifascismo se generalizó en Europa y en el mundo combinando todas las formas de lucha. La ideológica, confrontando al racismo y al cuestionamiento de los valores democráticos y las conquistas del movimiento obrero. La movilización social, articulando redes de solidaridad para la evasión y posterior acogida de las personas perseguidas, para el traspaso de información clave, o para los sabotajes a los ejércitos de ocupación y sus colaboradores. La armada, desde los destacamentos guerrilleros a las campañas de los ejércitos aliados, como ese Ejército Rojo que plantó su bandera en la puerta de Brandenburgo de Berlín y que simboliza este aniversario.
La capacidad de resistencia y creatividad que se demostró en el desencadenamiento de fuerzas que condujeron al 9 de mayo de 1945, es un hecho histórico que no debe pasarse por alto. La lección que se ofreció al mundo sigue vigente, no hay enemigo que no pueda vencerse desde una movilización social que defienda los valores de la democracia, de la justicia social, de los derechos y libertades, en definitiva, los valores del antifascismo.
Como denunciamos desde el PCE y la Juventud Comunista, junto con otra muchas fuerzas democráticas y progresistas de Europa, la resolución del Parlamento Europeo de 19 de septiembre de 2019, pretendió tergiversar la historia de nuestros países con un discurso anticomunista que responde a la deriva autoritaria de la nueva derecha. El año y medio transcurrido ha demostrado la vitalidad del antifascismo y cual es el verdadero rostro de quienes ampararon esa toma de posición; son precisamente quienes intentan introducir recortes de derechos y libertades sin precedentes en los Estados donde gobiernan, al tiempo que confrontan cualquier contestación social desde la represión más descarnada. No es casualidad que se pretenda criminalizar al comunismo; lo que se aspira es a neutralizar cualquier posible alternativa que suponga una esperanza para las mayorías sociales trabajadoras que ven como, el espejismo capitalista, no da respuesta a sus demandas básicas.
El PCE y la Juventud Comunista reivindicamos los valores del antifascismo, la mejor tradición de los pueblos europeos, un ejemplo de movilización social que hoy es más necesaria que nunca, porque los pueblos que no recuerdan su historia están condenados a repetirla.