Durante estas últimas semanas el conflicto entre el Estado de Israel y Palestina ha vuelto a ocupar una gran relevancia mediática y política debido a la ofensiva sionista repleta de bombardeos y espeluznantes cifras de asesinatos (232 palestinos, de los cuales 65 eran niños). Esta ofensiva se prolongó desde el 6 de mayo hasta el 21 del mismo mes, tras el acuerdo de un alto al fuego el 20 de mayo.
Para comprender qué ha llevado a esta situación, las agresiones sionistas, el apartheid, la ocupación israelí de Palestina y la cruda situación que atraviesa el pueblo palestino conviene señalar algunas cuestiones clave. Sobre todo, se hace especialmente relevante para evitar caracterizaciones erróneas que tildan el acuerdo del pasado 20 de mayo como «paz» cuando meramente es un alto al fuego que todavía está muy lejos de suponer la paz en la región.
Si hubiera que fijar un momento clave para el estallido del conflicto que nos lleva a la situación actual, 1947 daría comienzo a un periodo fundamental. Si bien es cierto que, previamente, la creación del movimiento sionista a finales del siglo XIX, la Declaración Balfour de Reino Unido sobre la creación del Estado Judío o el mandato británico de Palestina fueron antecedentes clave para propiciar la situación que actualmente se vive en la región, la fecha señalada constituye el salto cualitativo definitivo.
La primera resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas sobre la materia, la número 181 (II), del 29 de noviembre de 1947, constituye el primer paso para propiciar la situación actual. En la misma se establece el fin del mandato británico de Palestina antes del 1 de agosto de 1948, concluyendo el mismo con la creación de un Estado árabe, otro judío y estableciendo el Régimen Internacional especial para la Ciudad de Jerusalén. El plan nació con un escaso apoyo internacional, lo cual lo convertía en papel mojado.
Ahora bien, esto no impidió que el 14 de mayo de 1948 el Estado de Israel proclamara su independencia, incrementado así el clima de tensión en la región de Medio Oriente y propiciando, por un lado, la guerra árabe-israelí; y por otro lado, la gran Nakba palestina, que si bien comienza tras la resolución 181 (II) de Naciones Unidas, la declaración de independencia israelí genera que miles de palestinos tengan que huir en busca de refugio, abandonando sus casas y medios de vida. Tras el armisticio de 1949, el Estado de Israel aumentó su territorio un 23% con respecto a la partición realizada por Naciones Unidas, la franja de Gaza es ocupada por Egipto y Cisjordania y Jerusalén Este por Transjordania.
La expansión sionista de Israel no se detuvo tras este armisticio, tratando de incrementar su control en la zona mediante la Guerra de Suez y ocupando Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este, Sinaí y los Altos del Golán tras la guerra de los Seis Días de 1967. Los avances expansionistas alcanzados en esta fecha llevarían a la resolución 242 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en la cual se afirma el «respeto y reconocimiento de la soberanía, integridad territorial e independencia política de todos los Estados de la zona y de su derecho a vivir en paz dentro de fronteras seguras y reconocidas y libres de amenazas o actos de fuerza». Este texto, aprobado incluso por EE.UU. y demás aliados, representa una base reconocida para la creación y respeto a la existencia de Palestina como Estado pleno y soberano; pero a la vez ha sido usado por el Estado sionista de Israel para implementar su política «tierra por paz», esto es, la cesión de los territorios ocupados en 1967 a cambio del reconocimiento del Estado de Israel.
Los conflictos en la región no pararon de sucederse, dándose avances y retrocesos en los territorios ocupados por el Estado sionista de Israel: la guerra de Yom Kipur de 1973, los acuerdos de Camp David de 1978 con Egipto, la guerra del Líbano de 1982 y de 2006, la primera intifada en 1987 y la segunda en el 2000 que llevó al fin de la ocupación sionista en Gaza en 2005, los Acuerdos de Oslo de 1993, etc.
A pesar de todos estos conflictos, a pesar de haber pasado 74 años desde el acuerdo que recogía la creación del Estado de Palestina, actualmente no goza de reconocimiento internacional. El 15 de noviembre de 1988, en Argel, Yasser Arafat proclamó la independencia de Palestina mediante la lectura de una resolución aprobada por una abrumadora mayoría por el Consejo Nacional Palestino de la Organización para la Liberación de Palestina, proclamándose así presidente de Palestina. La resolución 3236 (XXIX) de 1974 reconoció «los derechos inalienables del pueblo palestino, entre los que se incluyen: 1) el derecho a la libre determinación sin injerencia del exterior; 2) el derecho a la independencia y soberanía nacionales». La resolución 67/19 de 2012 reconoció a Palestina como Estado observador no miembro de las Naciones Unidas. 139 países miembro de la ONU reconocen a Palestina como Estado. Pero, a pesar de todo ello, sigue sin estar reconocido como Estado de pleno derecho.
Tras esta pequeña exposición, conviene explicar a qué se debe la inacción internacional contra la ocupación sionista israelí de Palestina y que todavía no se haya reconocido plenamente el Estado de Palestina, su derecho a la autodeterminación y su soberanía.
Históricamente, el Estado sionista de Israel ha contado con el apoyo de Estados Unidos, Reino Unido y Francia. Tal es así que los EE.UU. fueron los primeros en reconocer la independencia de Israel, tan solamente 11 minutos después de su declaración. La necesaria connivencia y cooperación de EE.UU., la UE y la OTAN en la ocupación, limpieza étnica y demás agresiones ejercidas por Israel sobre el pueblo palestino responden al papel fundamental que la entidad sionista desempeña como alianza principal de la OTAN en la región. Desde el año 1989, con George H. W. Bush en la presidencia de los Estados Unidos, el Estado de Israel es reconocido como Aliado Importante extra-OTAN de EE.UU. y en varias ocasiones se ha manifestado la pretensión estadounidense de avanzar hacia una «OTAN global» en la que el Estado de Israel fuese uno de los miembros de pleno derecho. El imperialismo norteamericano y sus aliados tienen en el Estado de Israel la puerta de entrada a Oriente Medio, una región con una posición geoestratégica fundamental y rica en recursos naturales. El Estado de Israel es hoy la avanzadilla del imperialismo norteamericano, siendo no solo carcelero y asesino del pueblo palestino, sino directo hostigador y desestibilizador de Siria, Líbano o Irán entre otros en favor de los intereses imperialistas de EE.UU., la UE y la OTAN. Esta actitud criminal goza del respaldo del bloque otanista a modo de «agradecimiento» por sus contribuciones en la defensa de los intereses imperialistas otanistas, sin cuyo apoyo las agresiones sionistas no podrían gozar de su actual impunidad.
En la actualidad, la solución mayoritaria para el conflicto entre el sionismo y Palestina se sustenta, principalmente, en la resolución 242 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de 1967 antes mencionada, en la resolución 3236 (XXIX) de 1974 también citada anteriormente, y la resolución 2334 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. En esta se recogen varias cuestiones, entre la que destacan: 1) el derecho del pueblo palestino y sus refugiados al retorno a sus hogares y propiedades de los que han sido desalojados y desarraigados; 2) el derecho a la autodeterminación y soberanía de Palestina; 3) la paz en la región sobre la base de la finalización de todas las agresiones y respeto y reconocimiento de la soberanía, integridad territorial e independencia política de todos los Estados de la zona; 4) el rechazo a los asentamientos ilegales israelíes construídos en los territorios ocupados de Palestina; 5) una solución basada en el fin de la ocupación sionista producida tras la guerra de los Seis Días de 1967 (en la que se incluye Jerusalén Este) y, por lo tanto, en la construcción de dos Estados sobre las fronteras de 1967. Si bien es cierto que existe debate entre las fronteras en las que debería sustentarse la solución de dos Estados, actualmente es asumida mayoritariamente por el pueblo palestino y sus organizaciones como la Organización para la Liberación de Palestina mediante la firma de los Acuerdos de Oslo de 1993. Por supuesto, esta aceptación no nace del convencimiento político del pueblo palestino, sino como síntesis ante el poderío que representa el Estado sionista de Israel apoyado por el imperialismo otanista y para la finalización de las agresiones.
Además, cabe señalar que también existen posicionamientos dispares que no se encuadran con la solución de dos Estados, entre los que destaca la solución que de facto busca el Estado sionista de Israel: un único Estado que consolide la ocupación sionista y que mediante el apartheid, los asentamientos ilegales, la expulsión de palestinos y palestinas de sus hogares y propiedades, etc. liquide al pueblo palestino. Desde una óptica completamente antaatgónica, varias organizaciones abogan por la solución de un Estado palestino en el que tanto judíos como árabes puedan convivir. Finalmente, nos encontramos con la solución netamente marginal de tres Estados, creando dos Estados palestinos diferenciados: el de Gaza por un lado y el de Cisjordania por otro.
La Federación Mundial de la Juventud Democrática, de la cual forman parte –entre otras tantas organizaciones de Medio Oriente y el Norte de África y del conjunto del mundo– la Unión General de Estudiantes Palestinos (GUPS), la Unión de la Juventud Democrática Palestina (PDYU), la Organización Juvenil Palestina (PYO) y la Juventud del Partido del Pueblo Palestino (PPPY), viene asumiendo una posición que nace de una idea fundamental que sustenta el principio de no injerencia y respeto a los análisis que cada organización realiza desde su soberanía y autonomía política. Es por eso que, en este caso, a modo de síntesis emanado de las organizaciones palestinas y de Medio Oriente y el Norte de África, establece que:
«Condenamos la ocupación sionista de Palestina, impulsada por la agresión israelí, herramienta del imperialismo, que hoy es peor que nunca, así como la política de exterminio de los palestinos a través de la ocupación, los asentamientos, los desalojos forzosos y el aislamiento de los palestinos, las barreras económicas, el muro de apartheid y el continuo encarcelamiento de los miles de palestinos y palestinas. La situación ha superado cualquier otra anterior, ya que los ataques y asesinatos se han convertido en parte de la “vida cotidiana” del pueblo palestino. La FMJD reafirma con rotundidad el derecho de todas las personas refugiadas a regresar con respecto a la resolución internacional 194; confirma estar al lado de la lucha del pueblo palestino; y apoya su resistencia, hasta lograr su pleno derecho de tener su estado independiente basado en las fronteras de 1967 con el este de Jerusalén como su capital, y la aplicación de todos los acuerdos internacionales legítimos incluyendo las resoluciones de las Naciones Unidas en la causa de Palestina. Apoyamos la continuación de la labor de UNRWA como testigo internacional en el caso del pueblo palestino refugiado. Subrayamos la importancia de la unidad nacional palestina para unir todas las cuestiones por las que lucha el pueblo palestino. Apoyamos la lucha de la juventud y el movimiento de boicot. Reafirmamos el apoyo al derecho del pueblo palestino a la libertad, a la liberación, a la liberación de las personas presas y detenidas en las cárceles y a levantar completamente el asedio de Gaza y de las zonas ocupadas. Nos oponemos a la aplicación del llamado “Acuerdo del siglo”».
Si hay algo que queda patente es que el drama del pueblo palestino no comenzó el pasado 6 de mayo, sino que viene de hace años, comenzando por su pasado colonizado y continuando por la ocupación sionista. La paz tampoco ha llegado tras el alto al fuego del 20-21 de mayo, y sigue estando muy lejos todavía. La Juventud Comunista, como siempre hemos hecho, seguiremos apoyando a nuestras camaradas palestinas en su digna lucha, apoyando las decisiones que decidan tomar para conseguir al fin la libertad de Palestina, de su juventud y de su pueblo, y el fin de la ocupación sionista. Seguiremos plantando cara a quienes desde España y desde las alianzas imperialistas de las que forma parte (principalmente la Unión Europea y la OTAN) apoyan directa o indirectamente, favorecen o se enriquecen gracias al sufrimiento del pueblo palestino.