Hoy esta sociedad ha vuelto a matar a una mujer. Esta vez, el suicido de una mujer por sufrir la violencia de su ex pareja, primero; de sus compañeros de trabajo, después; y de los responsables de su empresa, IVECO, que a pesar de tener normas específicas contra la desigualdad y el acoso y la violencia de género en el ámbito laboral, no las aplicaron, como está poniendo de manifiesto y confrontando la Federación de Industria de CCOO. Imaginemos por un momento que esto hubiera pasado en una pequeña empresa; porque es fácil imaginar que esté pasando y no sea noticia.
Violencia de su pareja – Violencia de sus compañeros de trabajo – Violencia de su empresa. Violencia del “no te creo” o del “silencio cómplice”, del “no hacer nada” ni ante la violencia explícita. Violencia del miedo a que la empresa no te ayude, o peor aún, ejerza más violencias. Violencia después, cuando los medios tratan de analizar exhaustivamente “el caso”, y en los titulares lo primero que aparece es que el video fue grabado “cuando estaba soltera”, explicaciones que, con o sin intención consciente, pretenden justificar un comportamiento de una sociedad machista e insana.
La “explicación” para el PCE y la Juventud Comunista es esta: la mayoría de hombres (incluso niños) reciben y comparten habitualmente contenido pornográfico. Algo socialmente aceptado y normalizado, se banaliza y se le quita importancia. Por lo general son imágenes de mujeres de procedencias lejanas, desconocidas, pero cuando la mujer objetualizada es identificable, se la culpa de haberse tomado imágenes, de haberlas compartido con su pareja, de no haberse opuesto… y miles de afirmaciones que buscan la responsabilidad en la víctima, y que la vuelven a convertir en víctima del debate social.
Y no solo no hay excusa admisible, (entre otras razones porque nadie tiene derecho a difundir intimidades de otra persona, y está tipificado como delito y desde luego habrá que investigar las responsabilidades, incluidas las penales), sino que hay que denunciar lo que esto ahonda en perpetuar el machismo y en distraernos del problema de raíz, de lo que debemos responsabilizarnos como sociedad y exigir a quienes gestionan los recursos para acabar con esta lacra.
El deterioro de los derechos básicos y de las relaciones laborales está sustentado en la normalización de la desigualdad y en la falta de aplicación real de la protección de los derechos colectivos e individuales, de todo tipo. Los planes de igualdad y los protocolos frente al acoso, que se han venido gestando en las empresas obligadas a ello, (y no siempre y costando mucho esfuerzo), se convierten en papel mojado ante su inaplicación y/o negligencia, y ante una Inspección de Trabajo sin los recursos y medios necesarios para hacerlos cumplir, además de las más que cuestionables prioridades de actuación como administración laboral.
Y si a esto le sumamos la cantidad de empresas que ni siquiera vienen obligadas a tener dichos planes, y la desregulación y desprotección que supone la alarmante precariedad que sufrimos los trabajadores en general, y las trabajadoras en particular, y más aún los sectores ocupados mayoritariamente por mujeres, que niegan incluso la posibilidad de organización sindical, el panorama es tan desolador como urgente revertirlo.
Es momento también de destacar la gravedad de que la actual LOVG solamente actúe contra la violencia ejercida por la pareja o ex pareja. La violencia de género es aquélla ejercida contra una niña o mujer por el hecho de serlo. La Ley actúa contra la violencia en la pareja, desde luego con escasos medios y en numerosas ocasiones fallidos. Pero no hay medios donde acudir cuando la violencia se da fuera de la pareja. Y en este caso, aún cuando la empresa disponía de ellos, fallaron. Nadie los puso en práctica. Y no hay nada peor para una víctima cuando rompe su silencio, porque se rompe su esperanza.
Es necesario que los hombres tomen conciencia de que las mujeres no les pertenecemos, en ningún momento ni espacio. Y es necesario que se respeten nuestros derechos en todos los ámbitos, por supuesto también en el laboral.
Basta de violencia machista, basta de complicidades, encubrimientos y banalizaciones.
Basta de la doble explotación y violencia de las mujeres trabajadoras a las que nos quiere condenar la alianza criminal entre el Patriarcado y el Capital.
El PCE y la Juventud Comunista reafirmamos toda nuestra solidaridad con las mujeres, las trabajadoras, sus organizaciones sindicales y con quienes cada día luchan porque no tengamos que seguir sufriendo las consecuencias de un sistema incompatible con la vida. Toda nuestra fortaleza a las personas más cercanas que sufren hoy la pérdida de la compañera.