Hoy es 14 de Febrero, San Valentín, día de los enamorados. Es la fecha ideal para ensalzar el amor romántico a base de regalos materiales, que benefician sobre todo a los grandes comercios, pero hay mucho más aspectos que valorar desde el feminismo en este día.
Estaremos, a día de hoy, más que agotadas de recibir mensajes publicitarios que nos digan lo bonito que es tener pareja (heteronormativa) y lo maravilloso que es estar enamorada. El amor romántico, que atraviesa todos estos mensajes publicitarios, tiene una cara amarga que es, aunque no se nos muestre entre otras cosas porque vende menos, la más habitual.
El amor romántico es una de las formas más eficaces de perpetuar la desigualdad entre hombres y mujeres, en definitiva el sistema patriarcal. Existe un amplio consenso cuando hablamos de que vivimos en un mundo desigual, las mujeres cobramos menos, seguimos siendo asesinadas por nuestras parejas, estamos abocadas a una precariedad laboral más alta… pero, cuando atendemos a los aspectos que sustentas esta desigualdad, el consenso desaparece. Es en las relaciones más cercanas donde se construye la desigualdad, que luego se muestra evidente en los datos antes citados.
El amor romántico es cariño, altruismo y felicidad; pero, también es frustración, celos, posesividad y violencia tanto psicológica como física. Desde el momento en el cual nos dicen que, solo seremos realmente felices cuando encontremos a una persona a la cual hacer feliz, por la cual darlo todo, lo que nos están diciendo es, que solas no somos completas, que no invirtamos tiempo en buscar nuestra propia felicidad, que lo invirtamos en buscar pareja, que no pensemos en nosotras, que pensemos en los otros. La soltería para las mujeres es un fracaso, lo que provoca frustración y tristeza, porque no se nos deja ser por nosotras mismas.
Por otro lado, el amor romántico idealiza al hombre convirtiéndose en un “príncipe azul” perfecto inexistente en la realidad, y, nos chocamos continuamente de bruces contra ella, cuando conocemos a nuestras imperfectas parejas. Aquí es donde llega la cara amarga del amor romántico que se convierte en reproches, en frustraciones, en celos… No podemos olvidar que este amor se torna en posesivo: “eres mi mujer” o “eres mi hombre”, pensando que esta es una bonita forma de amar, aquí vienen los celos, las broncas, la pérdida de libertad, y la violencia.
Por todo ello desde la UJCE apostamos por otro modelo de amor, que no se base en la propiedad privada ni en la desigualdad entre hombres y mujeres. Un amor que escape de la pérdida de libertad, de la frustración por las falsas expectativas creadas, que no nos diluya en la pareja y que nos respete como personas enteras. Un amor que implica en última instancia una forma distinta de relacionarte, desde la igualdad, el respeto y la libertad.