Hoy, día regional de Aragón, se cumplen tres días desde el aniversario de la entrada en vigor de la más reciente reforma del Estatuto de Autonomía de nuestro territorio. Su primera aprobación, en 1982 a cargo del gobierno de UCD y el apoyo del PSOE, asentó las bases del Régimen del 78 en Aragón y los intereses que le constituyen. 41 años después, el Gobierno autonómico sigue atendiendo a las exigencias de la misma clase que articuló su fundación, encontrándose más que inserto en la estructura del Estado español y su particular clave de bóveda: el polo imperialista de la Unión Europea.
El papel de Aragón en la División Internacional del Trabajo y el polo imperialista europeo
A lo largo del siglo XX, el predominio del sector agrario en la economía aragonesa fue en descenso, resultando en un aumento del peso de la industria y los servicios en nuestra región, así como una ya notable importancia de la producción eléctrica. Las exportaciones pasaron de ser de un carácter principalmente agroalimentario a otro más marcadamente metalúrgico, dejando entrever que la industria iba a jugar un papel clave en su desarrollo económico.
Dicho sector ha mantenido una posición ventajosa con respecto a la media estatal, seguido de cerca -progresivamente en mayor medida- por el logístico. El automóvil es de vital importancia pues supone un 35% de las exportaciones y algo más del 30% del empleo, gozando en él de una posición privilegiada la planta de Stellantis. Esta última hace escasos meses consiguió captar decenas de millones de euros de los fondos Next Generation. Su función es la de trasvasar fondos públicos a los negocios de la burguesía para ayudarle a sostener su tasa de ganancia en la actual crisis crónica. Buena parte de estos fondos se han justificado a través del aumento de la electrificación y, en su marco general, la Transición Ecológica. Pero su materialización en Aragón no se reduce al campo del automóvil, sino que también es patente en el aumento del peso de la producción eléctrica que, de hecho, ha llegado a generar, únicamente desde fuentes renovables, un 150% de la energía que se consume internamente.
A pesar de la retórica verde de la socialdemocracia, los gobiernos burgueses continúan primando la ganancia capitalista sobre el cuidado del medio natural. No buscan salvar el planeta, sino salvar los beneficios empresariales. Un claro ejemplo de esto es la connivencia del Gobierno de Aragón con respecto a los incendios provocados por Land Life o la realización de diversos macroproyectos. Estos últimos son, de hecho, una trágica continuación de la destrucción del medio rural y natural ya llevada a cabo durante el desarrollismo franquista mediante la construcción de pantanos. Y es que el proletariado de la España Vaciada continúa viendo como, con el paso del tiempo, sus condiciones materiales empeoran, contribuyendo así a las ya bien conocidas dinámicas de éxodo y la subyacente concentración del capital.
Pero las grandes inversiones, principalmente de procedencia europea, no se limitan al ámbito de las energías renovables, sino que también se extienden a la producción agroalimentaria. Este año las instalaciones de ganadería intensiva -comúnmente conocidas como macrogranjas- ya han llegado a ser 190 tan solo en Aragón, alcanzando nuestra región la primera posición en concentración y presencia numérica de dichos complejos. No solo es una industria altamente contaminante, sino que genera un empleo sangradamente precario, como ya han demostrado las periódicas protestas del macromatadero de Litera Meat, en Binefar. Sin embargo, también recibe fondos millonarios de la Unión Europea.
Sumados a los anteriores, encontramos dos de los sectores que han experimentado un mayor crecimiento en los últimos años. Por un lado, la industria farmaceútica viene ganando peso en la economía regional y viendose progresivamente más beneficiada por el trasvase de fondos del Estado burgués tanto a través del Gobierno de Aragón como, nuevamente, las instituciones europeas. Que el proceso de auge de dicho sector se haya dado tras la pandemia no es casualidad, pues forma parte de una larga lista de movimientos del polo imperialista europeo para tratar de descender su evidenciada dependencia con respecto a China. Una de las principales protagonistas de este fenómeno es la estadounidense Becton Dickinson, que desde el inicio de la crisis sanitaria ha multiplicado en millones sus ingresos y su inversión en Aragón.
Por otro lado, el sector logístico ya es uno de los principales nichos de valorización en nuestra CCAA, contando con la implantación de cada vez más empresas que, con el apoyo del ejecutivo, han visto aquí una oportunidad estratégica para mejorar su rendimiento y, en consecuencia, sus ganancias. En este sentido, la centralidad de Aragón en el panorama europeo es más que reseñable, pues PLAZA se ha convertido en el recinto logístico más grande del continente. Tampoco este desarrollo se habría dado de tal manera si no hubiese interferido la crisis del coronavirus y el derivado auge del comercio electrónico. Gracias a este sector, las empresas pudieron asegurar la venta de sus mercancias y la realización del ciclo de acumulación de capital incluso en un contexto de restricción de las libertades más básicas.
Todo lo anterior no es más que un breve esbozo de los pilares de la economía aragonesa que nos permite observar como los intereses de la burguesía toman forma en nuestra realidad material más cercana no únicamente en el espectro productivo, sino posteriormente también en la instancia vecinal o educativa.
Es evidente el amoldaje de la formación de las estudiantes a las necesidades del modelo productivo aragonés y la inherente subordinación de la educación al capital. La apuesta del Gobierno por la popularización de la Formación Profesional responde a estas dinámicas, así como la oferta de nuevas titulaciones que, por ejemplo, están creciendo muy notablemente en la rama sanitaria o logística.
La propuesta socialdemócrata ante la España Vaciada por el capital
Cada provincia dentro de la Comunidad Autónoma juega su propio papel dentro del modelo productivo. Por ejemplo, en Huesca destaca entre otras la gran presencia de instalaciones de ganadería intensiva o una notable dependencia de las temporadas de turismo. Por otro lado, la macrocefalia zaragozana ha llevado a una situación crítica al medio rural que ha intentado ser explicada por la socialdemocracia como un fenómeno que ni mucho menos sería resultado de las dinámicas del capital, sino que dependería de la voluntad del Estado burgués y las “buena intenciones” del conjunto del empresariado.
Desde hace unos años, la problemática del medio rural ha ido ganando visibilidad hasta finalmente conseguir representación en el las instituciones burguesas a través de diferentes agrupaciones políticas entre las que destaca Teruel Existe. El año pasado decidió dar el salto a la política aragonesa (Aragón Existe) y nacional (España Vaciada) para superar el marco de su provincia originaria y agrupar en su seno a diferentes organizaciones. Así, todo indica que contará con un apoyo considerable y podrá hacer de llave para la configuración del próximo ejecutivo aragonés.
Su propuesta, como la de sus homólogos en otros territorios, disfraza de interclasistas una serie de medidas que, realmente, atienden a las reivindicaciones y necesidades de la pequeña burguesía local y especialmente su concreción en el sector agrario y ganadero. En su programa encontramos desde una fiscalidad diferenciada hasta una mayor primacía de las zonas rurales para recibir fondos de la UE, pasando por mejoras en las infraestructuras y una larga lista de reclamaciones que persiguen el aumento de la rentabilidad burguesa. En definitiva, Teruel Existe y sus ramificaciones no son más que la expresión en el ámbito institucional de los intereses de una fracción de clase que, en el actual contexto de crisis, busca mejorar su posición competitiva frente a la del resto de ellas; lo único que tratan de materializar es un cambio en la distribución del valor.
Sin embargo, el problema de la despoblación no se puede reducir a ello: es resultado del desarrollo histórico del capitalismo en España y de sus dinámicas internas, experimentadas internacionalmente. La primera industrialización, el desarrollismo franquista o la posterior actuación estatal ante la crisis del 2008 no son más que la forma concreta en la que estas se materializaron. Es decir, aunque de forma diferente, se han dado y se siguen experimentando procesos similares en otras zonas, como por ejemplo, de Portugal. Y es que las raíces de la despoblación se hunden en la inherente tendencia del capital a su concentración, no pueden reprocharsele a un gobierno u otro. En este sentido, la progresivamente mayor concentración de la tierra busca atenuar la descendente rentabilidad del sector agrario, en el que el peso del capital constante (p. ej. la maquinaria o instalaciones) aumenta tendencialmente, desplazando al capital variable (fuerza de trabajo). Las personificaciones de esta fuerza de trabajo, obligadas a vender esta para obtener sus medios de vida, necesitan movilizarse a los centros urbanos en los que puedan obtener más migajas de la distribución y redistribución del valor en forma de salario directo -si consiguen comprador y no pasan a engrosar las filas del ejército de reserva- o indirecto en forma de servicios públicos.
Al omitir lo anterior los agentes de la España Vaciada buscan hacer entender que las problemáticas del medio rural, que no distinguirían de clases, podrían solucionarse gracias a la intervención del Estado burgués y las instituciones europeas y, en última instancia, un cambio en la orientación voluntaria de las mismas. La situación actual sería una desviación de las dinámicas naturales del sistema que podría revertirse a través de una serie de reformas. Es decir, la propuesta política parte de las mismas coordenadas que las de la socialdemocracia clásica. La distinción radica en que la desaparición del proletariado como sujeto político no se recogería bajo el paraguas conceptual de términos como “la ciudadanía”, sino que se enmarcaría en la instauración de un regionalismo en el que no cabrían las clases, pues todas ellas compartirían unos intereses comunes: los del territorio. En muchos casos, estos se utilizan para justificar la vuelta reaccionaria a un pasado más favorecedor para la pequeña-burguesía que representa; por ejemplo, gracias a reivindicaciones como la de la reindustrialización. Es por esta razón por la que han acostumbrado a rechazar determinados movimientos como el de la proliferación de macroplantas eléctricas, únicamente porque son impulsados por la gran burguesía.
Por la organización revolucionaria del proletariado aragonés
Hasta hace poco, este tipo de proclamas habían empapado nuestra propia línea política. El proceso de autocrítica que venimos desarrollando nos ha permitido comprender que este tipo de reformas no son únicamente ajenas a la voluntad de uno u otro ejecutivo, sino que también lo son al programa comunista y la lucha revolucionaria del proletariado. La División Internacional del Trabajo o la concentración del capital no son fenómenos ni procesos que se puedan modificar desde dentro de los márgenes del Estado burgués. No cabe, en ese sentido, exigirle o reclamarle ningún tipo de demanda.
Para acabar con la despoblación y la destrucción del medio rural es necesaria la superación del propio capitalismo, y esta lucha no se puede desarrollar de forma parcializada a nivel territorial. Los ciclos de acumulación del capital son mundiales en su contenido, por lo que únicamente mediante la articulación del internacionalismo proletario y la instauración definitiva del programa comunista podremos acabar con sus consecuencias. Obviamente esto no significa ignorar las especificidades de cada territorio, sino subordinarlas al análisis y a la estrategia para la destrucción de las relaciones sociales capitalistas a escala global; significa entender que no acabaremos con la España Vaciada hasta que no mandemos al capital al museo de la historia.
El camino hacia dicho horizonte no es sencillo, pero no por ello es menos necesario y realizable. La tarea de las comunistas consiste en sembrar desde hoy, y cada vez en mayor medida, las semillas de las que florecerá la sociedad futura. Estas semillas son los espacios de contrapoder que, enfrentados al Estado burgués, deben ampliarse en los diferentes momentos del metabolismo social hasta la victoria del poder proletario. Su utilidad no reside en su capacidad de reforzar las instituciones burguesas y delegar en ellas el ejercicio del poder, sino en poner en práctica dicho poder por si misma, de forma independiente. Solamente gracias al avance de posiciones en el proceso de desarrollo de la independencia de clase se sentarán las bases necesarias para la reconstrucción del Partido Comunista. Solamente sobre esas bases nacerá la herramienta revolucionaria que guiará al proletariado hasta la abolición de la sociedad de clases y la consecución de una sociedad basada en la asociación de los individuos libres.
¡Contra su crisis, no valen reformas!
¡Organización de clase contra el Estado Burgués!