El 15 de octubre conmemoramos el Día Internacional de las Mujeres Rurales, establecido por las Naciones Unidas en 2007 con la aprobación de una resolución donde reconoce «la función y contribución decisivas de la mujer rural, incluida la mujer indígena, en la promoción del desarrollo agrícola y rural, la mejora de la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza rural».
Las mujeres en el entorno rural desempeñamos un papel fundamental en las economías rurales del Estado. Desde la producción en los cultivos y cuidado del ganado, hasta cubrir las necesidades de cuidado en el entorno familiar, pero, como en todos los ámbitos de la sociedad, los roles de género también se perpetúan en el medio rural. El patriarcado suele afectar de forma especial por la moral de origen católico y el control social y familiar. De esta manera, mientras que los hombres cuentan con mejores oportunidades de acceso al empleo, para las mujeres, especialmente las más jóvenes, el acceso es muy dificultoso o, en muchas ocasiones, prácticamente nulo. A esto hay que añadirle las altas tasas de precariedad laboral, la temporalidad y el ejercicio de la economía sumergida.
Las mujeres trabajan principalmente como empleadas del hogar o como elemento “auxiliar” ligadas a la economía familiar. La mayoría de ellas sin cotizar a la seguridad social, con altos índices de temporalidad, trabajos intermitentes, mal pagados e invisibilizados. Asimismo, las mujeres que se dedican al trabajo agrario cuentan con una mayor carga familiar que da lugar a más desigualdad, tanto en lo laboral como en el reparto de las cargas familiares dentro del núcleo del hogar.
La pobreza y la inestabilidad en el medio rural es más significativa en el caso de las mujeres, a las cuales hay que añadir el trabajo de cuidados. Por supuesto, el trabajo doméstico ni está remunerado ni está visibilizado. Un ejemplo esclarecedor lo vemos cuando el 70% de las mujeres, en el medio rural, se siguen encargando del cuidado de las personas dependientes dentro del hogar. Esto, a parte de significar una doble explotación (e incluso triple), evidencia que las mujeres se ven obligadas a reducir significativamente su actividad profesional y por ende, se traduce en consecuencias importantes sobre su salud (el 44% sufre depresión), búsqueda de trabajos más compatibles, menos remuneración y menor estabilidad. De igual modo, las condiciones a las que se enfrentan hacen que se perpetúe el control familiar y que aumente la presión social en torno a estilos de vida más propios del franquismo, con la imposibilidad de lograr su emancipación o una vida más independiente.
Por otro lado nos encontramos con el problema que sufre la juventud LGTBI en los medios rurales. Si bien en el entorno urbano, la homosexualidad femenina es más invisible, en el medio rural está prácticamente oculta. El control social y la moral católica hacen de la libertad sexual, por lo general, algo intransitable, llevando al aislamiento o la marginación de estos jóvenes.
Por todo esto, desde la Unión de Juventudes Comunistas de España exigimos:
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La creación de políticas responsables que permitan a las mujeres del medio rural a desenvolverse con autonomía. Esto quiere decir, el desarrollo de una correcta aplicación de la perspectiva de género en las políticas e iniciativas de desarrollo rural, facilitando sus condiciones de vida, su acceso a la independencia personal y a su emancipación.
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Políticas de carácter educativo que rompan con las concepciones patriarcales asentadas en los medios rurales
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Aumento de las prestaciones y la asistencia ofertada a través de los Servicios Sociales en el medio rural, con un carácter fuertemente femenino, así como el aumento de guarderías y centros para personas mayores y/o dependientes.