Este 8 de marzo, día Internacional de la Mujer trabajadora, desde la Juventud Comunista queremos reivindicar la necesidad de dar un paso más hacia la ofensiva feminista para la construcción de un poder popular realmente transformador. En un año marcado por la pandemia de la Covid 19, somos otra vez las mujeres de clase trabajadora las que ponemos cuerpo y cara a la desigualdad, a la pobreza, a la violencia y a la exclusión.
La crisis económica actual nos deja con unas condiciones materiales deleznables, empeorando las ya especialmente precarias condiciones de las mujeres trabajadoras. Ante esto, la supervivencia de muchas mujeres se traduce en el aumento de mujeres que se ven obligadas a subsistir y sobrevivir recurriendo a la explotación sexual y del cuerpo, hecho que aprovecha el sistema para aplicar la lógica mercantil a la explotación de nuestros cuerpos. Es el claro ejemplo del auge de plataformas basadas en la compra venta de sexo y consentimiento, así como de exposición del cuerpo como objeto. Desde la Juventud Comuista seguimos defendiendo que la prostitución más explícita o implícita no es, ni puede ser, un trabajo cuando se transforma a la mujer en una mercancía.
Esto, por supuesto, no puede ser llevado a cabo sin una cultura patriarcal dónde no solo se siguen reproduciendo en su vertiente más cruda los estereotipos de género, sino dónde se moldea el deseo masculino en función de unos patrones de violencia potenciandose así la cultura de la violación. En una sociedad donde la pornografía es utilizada como escuela de explotación y dominación sexual y donde el mito de la libre decisión “legitima” estos supuestos nuevos valores, nosotras solo vemos una mayor mercantilización de los cuerpos y una gran industria que se lucra a costa de nuestra salud física y mental.
Este último año, y ante la situación coyuntural que nos ha imposibilitado en muchos casos de tener otro espacio de socialización, la realidad en cuanto a las violencias machistas no solo no ha mejorado, sino que los efectos derivados de la saturación de servicios públicos y el detrimento en las condiciones laborales de las mujeres trabajadoras, no ha hecho más que empeorar. Durante la pandemia, las condiciones laborales de las mujeres en el ámbito de los cuidados pese a ser esenciales, siguen suponiendo jornadas extenuantes, sueldos ínfimos y economía sumergida. La precariedad de este sector y de las cuidadoras de personas dependientes que no tienen salvaguardados sus derechos (España sigue sin ratificar el convenio 189 de la OIT) sigue haciendo de este sector un gran nicho de violencias, más aún si cabe cuando en muchos casos este desempeño se lleva a cabo por mujeres migrantes, expuestas todavía a un mayor grado de explotación, dónde ven que sus condiciones de vida empeoran día a día.
Que las mujeres somos imprescindibles para el sostenimiento de la vida es una cuestión estructural. Los cuidados mayoritariamente ejercidos por nosotras, suponen por una lado una doble carga de trabajo en nuestros hogares y en el ámbito laboral, precariedad, temporalidad y en muchos casos explotación. Esta situación sigue vigente tal y como nos muestra el informe realizado por L. González (UPF) y L. Farré (UB) donde se ve como la gran mayoría de tareas domésticas durante el confinamiento han seguido recayendo en nosotras, de la misma manera que seguimos teniendo una situación laboral mucho más precaria en comparación con los hombres.
Contra el auge reaccionario y la criminalización del movimiento feminista y sus legitimas reivindicaciones, desde la Juventud Comunista seguimos apostando por un movimiento feminista que siga denunciando las violencias que nos atraviesan como mujeres de clase trabajadora. Entendemos que el patriarcado es en esencia heteronormativo, y que niega sistemáticamente la diversidad afectivo-sexual. Por ello, planteamos una alianza estratégica de todas aquellas oprimidas por el patriarcado, en torno al anticapitalismo, a la abolición del patriarcado y a la ruptura con el marco represivo y reaccionario del Régimen del 78.
Pero esto no lo podemos hacer solas. Desde cada centro de trabajo, cada centro de estudio, cada barrio y cada pueblo, tenemos que avanzar en la creación de poder popular en clave feminista que nos permita poder acabar con este sistema capitalista-patriarcal que nos explota y que nos hace pagar sus crisis.