El Primero de Mayo es una fecha dirigida a denunciar las condiciones de miseria en las que se desarrolla la vida de las trabajadoras bajo la explotación capitalista, así como reivindicar las posibilidades de su superación inscritas en estas mismas. En este sentido, este año hemos vuelto a presenciar cómo la fecha concurría en un contexto de especial tensión para nuestra clase. En el primer plano, el recrudecimiento de la competencia imperialista y de la crisis capitalista se salda con la intensificación del proceso de proletarización de la sociedad y con el despliegue de una ofensiva capitalista total. En el segundo, y a pesar de la todavía resistente hegemonía reformista entre las trabajadoras, cada vez se ensanchan más las potencialidades de apertura de un nuevo ciclo revolucionario erigido sobre la miseria a la que nos vemos abocadas las nuevas generaciones proletarias y la constatación de que ante esta resuena con más fuerza que nunca un viejo lema del Movimiento Obrero Revolucionario: Socialismo o barbarie.
La crisis no es algo circunstancial ni reversible, sino que ahonda sus raíces en unas relaciones sociales de producción capitalistas que engendran una dinámica que se vuelve contra su propia reproducción y que es cada vez más difícil de ocultar: la caída tendencial de la tasa de ganancia. Desde hace más de medio siglo nos encontramos en una fase descendente de la ganancia capitalista accionada por la supresión incesante del proceso productivo el trabajo humano. Siendo este el único que genera valor, podemos comprender por qué la búsqueda del aumento inmediato de la productividad, del cual no se puede escapar en la arena de la competencia capitalista, termina condenando el incremento de la tasa de plusvalía. Hasta el momento, el efecto de esta tendencia ha sido sorteado —dilatado— mediante distintas herramientas contrarrestantes, como pueden ser el desplazamiento del capital a formaciones sociales de la periferia; el acortamiento de la vida media útil del capital fijo; o la absorción de medianos y pequeños capitales, etc. No obstante, los límites del Capital radican allí donde todos estos mecanismos pierden su eficacia para combatir el descenso de la tasa de ganancia. Y es que su efecto únicamente sirve para retrasarlo, nunca para neutralizarlo, pues su escasez aumenta conforme se supera cada ciclo con una mayor productividad. El drama del momento actual de la rentabilidad consiste en que ya no se puede postergar más la escasez total de valor.
Nos encontramos, por lo tanto, en una situación de crisis permanente, en la que el atolladero de la ganancia condena a que las condiciones de miseria del proletariado únicamente puedan tender a su profundización. El Estado del Bienestar avanza en su descomposición al mismo ritmo que lo hace una aristocracia obrera y capas medias que caen a las filas del proletariado arrastradas por la obstrucción de la dinámica del valor. Y es que el estrechamiento de los límites de la ganancia es también el de las posibilidades de realización del proyecto político de estos sectores: la socialdemocracia, limitada a la dilación agónica de la descomposición del Estado del Bienestar mediante la gestión “amable” de la miseria del proletariado. A pesar de ello, hoy también hemos podido comprobar hasta qué punto la socialdemocracia está dispuesta a extenuar el folclore del Movimiento Obrero para mantener su fábrica de ilusiones, la cual no se puede venir abajo precisamente a las puertas de dos convocatorias electorales. Sin embargo, lo que comienza a echar por tierra el humo que esta fábrica genera no es más que las sacudidas del capital sobre el proletariado, las mismas que son organizadas políticamente por el gobierno más progresista de la historia.
Ahora bien, atendiendo al balance del ciclo revolucionario pasado, podemos contraponer lo anterior con una enseñanza clave: la crisis, por muy aguda que sea, no radicaliza por sí misma al proletariado y, de hecho, potencia que los mencionados sectores intermedios se terminen decantando por posiciones de clase de carácter reaccionario. No podemos esperar de brazos cruzados a que la miseria del proletariado sea la que accione y determine exclusivamente el curso de la revolución, sino que debemos entenderla como mediación de las posibilidades de superación de las relaciones sociales capitalistas. La clave está en que estas posibilidades no serán realizadas hasta que exista un salto cualitativo en la organización del proletariado, consistente en la ruptura con la anterior situación de dependencia política desde la práctica de la crítica a la misma. La crítica de las expresiones de esta dependencia política, al estudiar los límites de la práctica que la explican, genera las condiciones para su superación.
Y, al fin, tras un largo período de postración absoluta del comunismo, el resultado de esta superación, la independencia política del proletariado, comienza a recobrar relevancia en las tareas de la juventud comunista. No lo hace, como venimos de decir, simplemente por el hecho de que las hijas de la aristocracia obrera y las capas medias engrosen ahora las filas del proletariado o por el empobrecimiento acuciante de éste; lo hace por el proceso de crítica de varias generaciones de jóvenes militantes por el Socialismo que han constatado en la fase de movilización anterior los límites del modelo organizativo de la socialdemocracia y, en última instancia, su impotencia. Solamente desde la crítica de esta experiencia pasada podemos deslindar los campos del proletariado y de la aristocracia obrera y las capas medias; de sentar las bases de un poder independiente que esté enfrentando al Estado mediante la lucha contra el dominio capitalista de la producción y distribución; y, como cristalización definitiva de todo lo anterior, de constituir las capacidades necesarias para la reconstrucción del Partido Comunista.
En definitiva, este Primero de Mayo queremos abrirnos paso como jóvenes comunistas y llamar al conjunto del proletariado a emprender la tarea de dar un paso al frente contra la ofensiva capitalista desde la única forma capaz de doblegarla: la organización revolucionaria en cada ámbito de lucha para la recomposición general del comunismo como alternativa civilizatoria a la barbarie capitalista.