Después de 118 días de huelga (de mayo a octubre), la Universidad de São Paulo (Brasil) vuelve a abrir sus puertas. Esta universidad, situada en los primeros puestos de los ranking mundiales (y con la cual han llegado a colaborar figuras como Peter Burke o Claude Lévi-Strauss) viene sufriendo en los últimos años un ataque privatizador encabezado por empresas multinacionales, entre las que se encuentra el Banco Santander. Su sustento es el gobierno del estado de São Paulo (que gestiona directamente la universidad1) del PSDB, el mayor partido de la derecha brasileña.
La reducción del profesorado, la precariedad de las instalaciones, las dificultades de acceso para las clases populares y la tentativa de cierre de algunos servicios hasta ahora públicos van de la mano al creciente poder de las empresas en la financiación de los centros. A diferencia de las universidades europeas, existen todavía en la USP algunos servicios fundamentales de gestión pública, como una residencia gratuita para estudiantes, un comedor universitario (cuyo precio del menú está en torno a los 60 céntimos de euro) o un servicio de deportes totalmente gratuito. En todos estos servicios el sector privado intenta intervenir para aumentar tanto su control sobre la universidad como sus beneficios. Esta tentativa conviene enmarcarla en el final de un proceso de reconversión del capitalismo paulistano, antes industrial y ahora financiero, cuyo objetivo actual es el de privatizar cualquier vestigio de espacio público dentro del nuevo modelo urbano.
En mayo, al declararse las trabajadoras en huelga después del anuncio del rector Marco Antonio Zago de la congelación de salarios, nadie pensaba que los acontecimientos desencadenarían la mayor huelga en la historia de la institución. La confluencia con las estudiantes (cuyas reivindicaciones analizaremos más adelante) y otras universidades públicas estatales de São Paulo (UNICAMP y UNESP), sumada a la negativa por parte del rectorado a sentarse a negociar, provocarían una situación insostenible, en plena precampaña electoral, que tendría como consecuencia una acción prolongada de resistencia de los tres sectores.
Durante el conflicto, las reivindicaciones de las estudiantes tendrían una relación directa con los fenómenos anteriormente señalados (intento de privatización de la universidad y reconfiguración económica y urbanística de la ciudad paulistana) de modo que los ejes trascenderían lo meramente académico con la adopción de otras demandas de la juventud. Así, no solo se denunciarían cuestiones clásicas como el difícil acceso a la universidad2, sino que se abordarían también problemáticas como la de la vivienda, exigiendo más plazas en la residencia universitaria (en la cual tan solo pueden instalarse 100 de los 10.000 alumnos que entran cada año en la universidad). Así, el conflicto en la USP adquiriría enseguida una dimensión social y el significante de resistencia frente a la derecha del PSDB ante las elecciones.
Como hemos visto, el estudiantado no se limitó a resistir frente a los ataques recibidos, sino que aprovechó una crisis inédita en los 80 años de la universidad, en que a la huelga se le sumaban escándalos de corrupción en su dirección y el ambiente preelectoral, para exigir mejoras en sus condiciones para el estudio. En el mismo sentido, las trabajadoras, frente a la tentativa de congelación de sus salarios, demandarían tanto mejoras económicas como otros beneficios en sus condiciones laborales. Podríamos señalar esta postura ganadora como la primera causa de la resolución favorable del conflicto pero … ¿Cómo llegan a él en una situación que les permita adoptarla?
Lo cierto es que la USP tiene una larga historia de lucha política, gracias a la cual se ha convertido en uno de los referentes de la izquierda brasileña. De hecho, durante la dictadura militar (1964-1985) los mayores episodios represivos se vivieron en esta universidad. A través de todos estos años no solo se han consolidado las organizaciones políticas, sino que un importante tejido asociativo ha ido hegemonizando la cotidianidad de la vida universitaria. A los altos niveles de sindicación de las trabajadoras habría que sumarle las asociaciones estudiantiles, clubes deportivos, grupos de debate e incluso la gestión de la alimentación dentro de la residencia universitaria que antes mencionábamos. Por otra parte, a esta hegemonía de la izquierda también ha contribuido el gran número de publicaciones críticas que han salido de la USP (que es donde se desarrolla la mayor parte de la investigación brasileña).
Es esta hegemonía, forjada a través del asociacionismo de base y la lucha ideológica, la que dotó en todo momento de cohesión al movimiento, permitiendo la convergencia de los tres sectores; la que obligó al rectorado a negociar y a firmar unas condiciones favorables para las trabajadoras; la que, en definitiva, permitió al conflicto adoptar una dimensión social que excedía la universidad y, en consecuencia, saliesen ganadoras aquellas que exigían mejoras.
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1En Brasil, las universidades públicas pueden ser o bien gestionadas por el gobierno central (del Partido de los Trabajadores) o bien por los cada uno de los estados. Este último es el caso de la Universidad de São Paulo, cuyo rector es designado a dedo por el gobierno estadual
2En la Universidad de São Paulo, la segregación universitaria se produce de un modo diferente al europeo. A pesar de que las matrículas son gratuitas, el centro realiza una exigente prueba de acceso que requiere, mínimo, un año de preparación con la ayuda de academias privadas. Así, mientras que cada año 460.000 estudiantes del estado de São Paulo finalizan sus estudios medios, tan solo 10.000 alumnos logran acceder a la mayor universidad estadual.