Como cada tres años, este XV Congreso ha servido para actualizar la estrategia de la Organización en base a la evolución de la lucha de clases y a la inserción que como organización comunista hemos tenido en ella. Así, esta operación ha estado sujeta al análisis del estallido de una nueva crisis capitalista a caballo de la pandemia y de la llegada de la socialdemocracia al Gobierno.
La primera reafirma las valoraciones previas que hacíamos para esperar un acortamiento cada vez más acelerado de los ciclos de las crisis, acercándose ya al solapamiento entre ellas. Estas crisis deben estudiarse desde el marco de la tendencia sistémica en la que se ensartan, el cual está definido por unas crecientes e inmensas dificultades de valorización del capital que llevan a un proceso de transformación y destrucción de las fuerzas productivas como búsqueda esquizofrénica de válvulas de escape en términos de rentabilidad. Las consecuencias que esto tiene para nuestra clase se pueden rastrear fácilmente en el día a día en los centros de trabajo y barrios obreros: el aumento de la tasa de explotación y el coste de la vida.
Estas dificultades de valorización estrangulan el volumen de plusvalor disponible para su redistribución mediante el poder público burgués, clave por la que afirmamos el agotamiento histórico del proyecto socialdemócrata. Este, además de deficiente en su contenido por no terminar con la dominación burguesa y con la enajenación moderna y servir precisamente para su reproducción, será en adelante irrealizable y únicamente restará como alaridos nostálgicos de fuerzas impotentes.
Precisamente, durante los tres años que sucedieron a nuestro XIV Congreso, hemos visto cómo la situación política del campo popular ha estado marcada por un proceso de cooptación del ciclo de lucha anterior, comenzando por la llegada de la socialdemocracia al Gobierno y su subsiguiente vocación por absorber mediante el poder público burgués cualquier expresión de lucha espontánea que se desprendiera de las contradicciones del capitalismo.
La desembocadura del anterior flujo de movilización general en el Estado burgués obedece a la incomparecencia de una clase obrera armada con su principal herramienta revolucionaria: el Partido Comunista. Esto facilitó que, en el contexto de la anterior crisis orgánica, la oposición al bloque histórico fuera dirigida en todo momento por parte de las capas medias y los sectores mejor posicionados de la aristocracia obrera, lo que facilita comprender la posterior deriva hacia la búsqueda de soluciones reformistas desde los propios canales institucionales de la burguesía.
En este sentido, hoy es más evidente todavía que no podemos aspirar a ningún proceso revolucionario sin antes llevar a cabo todas las tareas necesarias para la reconstrucción del Partido Comunista. Este es, como decimos, la herramienta con la que el proletariado podrá disponerse, desde la depurada teoría revolucionaria, a alcanzar una posición de vanguardia en el proceso de construcción de un bloque contrahegemónico. Tras nuestro XV Congreso, reafirmamos que este ha de estar conformado por otras fracciones de clase y clases de carácter popular, dominadas políticamente bajo el bloque histórico que encabeza la gran burguesía. Sin embargo, de nada sirve disponer esta perspectiva de alianzas si antes no garantizamos que el proletariado, Partido Comunista mediante, puede imprimir el sentido revolucionario del mismo, partiendo de su propia independencia como condición sine qua non para alcanzar una posición de vanguardia desde la que imponer su proyecto político, el comunismo, y hacer de este el propio de dicho bloque contrahegemónico revolucionario.
La base de este bloque contrahegemónico no es más que cada uno de los espacios desde los que se construya el Poder Popular. Hoy, la impotencia de la socialdemocracia que domina el campo popular conecta con que la mayoría de los espacios de autoorganización no trasciendan los márgenes de la reforma. La dirección revolucionaria del proletariado superará esta situación, desbancando al oportunismo y construyendo desde la asociación un poder que refleje las alianzas de clase esbozadas y se oponga frontalmente al burgués en cada ámbito en el que se desate la lucha de clases.
Por último, en este XV Congreso hemos reafirmado el objetivo estratégico de la III República, comprendida como un elemento clave en el proceso revolucionario que se proyecta desde los elementos anteriores y por el que el derrocamiento de la dictadura burguesa da paso a la constitución del bloque contrahegemónico en un nuevo bloque histórico, definido por la inversión de la relación social de la dominación en favor de la dictadura del proletariado sobre la burguesía.
En definitiva, podemos afirmar que la Juventud Comunista sale reforzada de nuestro XV Congreso, manteniendo su senda firmemente pero con una profundidad cada vez mayor. Esta, ganada mediante la acumulación de experiencia militante, es la que nos permite atisbar un horizonte más claramente si cabe: la reconstrucción del Partido Comunista como herramienta revolucionaria fundamental de nuestra clase y con un programa a su altura.