Este año 2015, celebramos el 70 aniversario del conocido como “Día de la Victoria”, el día en el que el nazi-fascismo alemán capituló, dando por finalizada la II Guerra Mundial. En este día, hace 70 años, se firmó la rendición de Alemania por parte del mariscal nazi Wilhelm Keitel y Georgy Zhúkov, por parte de la Unión Soviética, en representación de los pueblos que combatieron durante más de 6 años al nazi-fascismo en sus múltiples y criminales expresiones.
La guerra que el fascismo desatara años antes, constituye uno de los mayores ejemplos del carácter depredador del imperialismo, el cual en su curso de desarrollo requiere de una expansión cada vez mayor en cuanto a recursos y a mercados, a costa de otros pueblos y de millones de vidas inocentes si hiciera falta.
Así, las potencias capitalistas europeas, que ya en el curso del desarrollo de su acumulación capitalista habían estado a la vanguardia de las peores formas de explotación del ser humano, y que ya de por si se habían aventurado a una guerra de rapiña en décadas anteriores, desataban una nueva guerra, con pretextos y revestimientos ideológicos diferentes.
El principal protagonista entre los sectores burgueses beligerantes, las fuerzas nazi-fascistas, surgen como respuesta de la burguesía al avance de la influencia de las posiciones revolucionarias en Europa desde la instauración del poder soviético y su rápida expansión por el mundo. Son las mismas burguesías monopólicas las que amparan, promueven y financian estos partidos en sus inicios, que con un hábil discurso racista, chauvinista y populista, diluyen el conflicto clasista con el interés de mantener a toda costa la posición dominante la burguesía. No hay mejor prueba para esta afirmación, que el hecho de que los grandes monopolios industriales y armamentísticos que promovieron el fascismo y se lucraron con él, hoy en día siguen ocupando la misma posición de peso, siendo los que de facto dirigen la política de la mayoría de países europeos y la UE.
En un contexto en el que el enemigo principal era el avance de la revolución bolchevique, tras haber fracasado en el plano militar el intento del frente único contra de la naciente unión soviética expresado en la intervención extranjera en la guerra civil rusa, las principales burguesías europeas quedaron divididas entre ellos según al carácter ideológico y político que buscaban imprimir a su dominio, pero unidas en la idea de que el principal enemigo a derrotar era precisamente la Unión Soviética.
El otro sector de la burguesía a nivel europeo, liderado por Francia e Inglaterra, que si bien rechazaban el carácter criminal del fascismo, colaboraron estratégicamente con este a fin de que la esperada confrontación militar se desarrollase directamente contra la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Los intentos de aislar a la URSS, la farsa de la posición “neutral” durante la guerra contra el fascismo en España, antesala, cuando no primer escenario de combate de la II guerra mundial, demuestran esta vinculación estratégica con los objetivos del nazi-fascismo.
El termino de “Gran Guerra Patria”, como fue conocida la guerra contra el fascismo, fue utilizado desde 1941 en un intento para diferenciar el conflicto contra la ocupación fascista, de la Primera Guerra Mundial, considerada como una guerra imperialista desvinculada del proyecto de revolución soviética. Pero además, este nombre está relacionado con la concepción subjetiva que de esta guerra tuvo el pueblo soviético, que entendió que no era una guerra cualquiera, sino una guerra por la supervivencia del proyecto socialista frente a los ataques del capitalismo en la forma del fascismo que protegía sus intereses. Una guerra total en la que o se vencía, o la Patria, y con ella la revolución, perecerían. Una Gran Guerra Patria porque entró en todas las casas y afectó a toda la población del país. No hubo ni una familia que no perdiera a alguien o no tuviera heridos o desaparecidos, dada la implicación de todo el pueblo soviético en la defensa de la Patria.
Se trata pues de una importante celebración no solo para los pueblos de la antigua URSS, sino también para el mundo entero, ya que supone la reivindicación de una victoria sobre el fascismo y sobre la barbarie. Una victoria en una guerra en la que la URSS fue, sin duda, la gran victoriosa en todos los sentidos y la que más contribuyó a la derrota del fascismo, tanto en medios materiales como humanos. Así, los cálculos más recientes estiman en cerca de 27 millones de ciudadanas y ciudadanos soviéticos muertos, la inmensa mayoría civiles.
Y esto fue así no solo por la capacidad militar del ejército soviético, sino por la heroica resistencia del pueblo soviético en su conjunto y la conducción del Partido Comunista de la Unión Soviética -liderado por Stalin- que no se rindió ante las embestidas del fascismo. Mientras que otros países como Francia, Bélgica, Polonia u Holanda los cuadros políticos de la burguesía dominante se había rendido -o colaboraban con el poder ocupante- e Inglaterra fue bombardeada salvajemente pero no invadida directamente, la Unión Soviética tuvo que sostener una lucha sin cuartel, desde el primer día, contra cerca de 200 divisiones y cuatro millones de soldados, que incluían efectivos de Finlandia, Rumanía, Croacia, Eslovaquia, Hungría e Italia en territorio soviético. Casi 4 años de combates continuos en los que la rendición pudo ser una opción fácil, pero nunca contemplada. El Estado Mayor alemán esperaba que el colapso de la Unión Soviética fuera rápido, pero esto no ocurrió, y el pueblo soviético supo resistir a las pruebas mas duras, iniciando un efectivo contraataque a partir de diciembre de 1941 que tuvo como puntos clave el sitio de Leningrado, la batalla de Stalingrado y la toma de Berlín en mayo de 1945, liberando en su camino decenas de campos de concentración nazis, máxima expresión del horror fascista durante la guerra.
No hay que olvidar que el pueblo y la clase obrera de la URSS no pudieron vencer solos. Para hacer honor a la memoria, hay que recordar la heroica lucha guerrillera que libraron miles de partisanos italianos, franceses, holandeses, yugoslavos, etc en sus respectivos territorios ocupados, jugando un papel esencial en el debilitamiento gradual del ejército nazi.
En este mismo sentido, no se puede olvidar tampoco la importancia que tuvo tanto la guerra nacional revolucionaria contra el fascismo en España y la experiencia de las brigadas internacionales, pues como decíamos, puede ser considerada la primera batalla de la II Guerra Mundial, en la que decenas de miles de militantes adquirieron experiencia política y combativa, la cual sería fundamental en las posteriores experiencias de lucha partisana. Asimismo, no podemos olvidar la modesta pero reseñable contribución de centenares de jóvenes españoles, muchas/os de ellas/os militantes de la JSU y el PCE, que combatieron, y perdieron la vida en muchos casos, en la lucha contra el fascismo.
La aportación de la URSS a la liberación de Europa del peligro del fascismo es un hecho que la historiografía anti-comunista ha tratado de ocultar y desmentir en repetidas ocasiones, consiguiendo en parte su propósito. Así, la industria mediático-cultural a nivel mundial lleva décadas generando propaganda con un triple objetivo, minimizar los esfuerzos del pueblo soviético mientras exagera el papel estadounidense, difamar el carácter y los logros de la URSS y por ultimo equiparar al comunismo con el fascismo.
Este último elemento también forma parte de la ideología oficial de la Unión Europea -polo imperialista interestatal al que pertenece nuestro país- la cual, mientras ampara, financia y sostiene a gobiernos como el ucraniano, abiertamente fascista, o apoya política y militarmente –junto a EE.UU.- a un nuevo tipo de fascismo de carácter islámico, dedica sus esfuerzos a promover la prohibición y atacar las ideas del comunismo.
El día 9 de mayo celebramos no solo la victoria sobre el fascismo, sino también lo que fue el inicio de la construcción de una Europa socialista y el inicio de otra gran guerra, esta vez contra la opresión colonial e imperialista. Así, por un lado, un gran número de pueblos de Europa emprendieron, tras la derrota del fascismo y el empoderamiento de sus PC’s por el destacado papel en la lucha contra el fascismo, el camino hacia la liberación de toda explotación, mediante la creación de las Repúblicas Populares. Por otro, la conformación de un gran bloque de países socialistas tuvo un impacto en la correlación de fuerzas a nivel internacional, en el plano del derecho y la geopolítica, impulsando un necesario proceso de descolonización de todos aquellos territorios bajo ocupación de las aun por entonces potencias coloniales. Decenas de países, con el inestimable apoyo político y material del bloque socialista, iniciaron una exitosa lucha contra sus metrópolis ocupantes, reconfigurando el mapa político a nivel internacional.
En este sentido cabe recordar que al calor de la victoria frente al fascismo, se produjo el nacimiento, de la Federación Mundial de la Juventud Democrática (FMJD) como elemento de unión de la juventud contra el fascismo, el imperialismo y la guerra. Así, este año, celebramos también el 70 aniversario de la principal plataforma juvenil antiimperialista a nivel internacional, de la cual formamos parte y en cuyo fortalecimiento estamos comprometidos.
Desde la UJCE entendemos el día 9 de mayo como un día de júbilo y celebración, pero también de lucha, recuerdo y compromiso, hoy más necesario que nunca, en un momento de auge y renacimiento del fascismo en Europa y en el mundo, en el marco de una de las mayores crisis sistémicas del capitalismo en el que no es irreal la posibilidad de una nueva confrontación imperialista.
Con el recuerdo de las/los miles de camaradas caídos en el combate contra el fascismo
¡Solo podemos vencer!