Publicado en el número 19 de Agitación
En un escenario de emergencia social, y en un Estado vendido a los grandes monopolios, con una deuda externa que niega los derechos de la clase trabajadora y un gobierno central que predica una falsa recuperación económica, es el momento de tomar las riendas.
No nos olvidamos de la reforma constitucional del artículo 135, pactada por el bipartidismo, y que impone el pago de una deuda externa e ilegítima generada por la banca privada, a beneficio del capital financiero alemán. Una reforma que constitucionaliza los recortes económicos y sociales contra la clase trabajadora.
En una maniobra pre-electoral, el gobierno central defiende una falsa recuperación económica, manipulando datos coyunturales
de empleo estacional, ignorando la cifra de emigrantes y ocultando el alto número de desahuciadas de sus viviendas, de las aulas, y en general, la situación de exclusión social de buena parte de las trabajadoras, nativas o extranjeras.
Nos quieren colar igualmente una regresión democrática bajo el bulo de la “elección directa de alcaldes”, que no es más que la posibilidad de que las candidaturas del Partido Popular ganen las elecciones a pesar de estar en clara minoría con respecto a las candidaturas de izquierdas y populares que se están empezando a conformar y que podrían terminar de hundir al PSOE.
A esto se suma la agudización del drama en la juventud, que carece de un futuro digno en nuestra tierra y supone uno de los grandes problemas de la sociedad, con un paro endémico del 56%, unas condiciones de temporalidad abusivas para quienes tienen trabajo,
recortes y empeoramiento del sistema educativo y el exilio económico como única salida.
Y por si no fuera poco, la ofensiva conservadora ataca el derecho al aborto libre ejemplifacando el actual retroceso de los derechos de las mujeres. En este contexto socio-económico y de crisis de régimen, se está aconteciendo un intento de reconfiguración del bloque histórico y de impulso de una segunda transición política que perpetúe los privilegios de la oligarquía, y todo ello con Felipe VI como supuesto renovador de la cúspide monárquica.
Frente a las estrategias de la oligarquía, corremos el riesgo de perder esta batalla en la lucha de clases sino apostamos decididamente por la estrategia de construcción de poder popular, desde la acumulación de fuerzas en torno a las necesidades concretas de las trabajadoras en los barrios, en los pueblos, y en los centros de trabajo y de estudio. Y hacerlo, además, desde el protagonismo de las jóvenes, de las mujeres, de las migrantes.
Pero eso sólo no basta, es necesario caminar hacia una mayor definición de los espacios de la unidad popular, o de la convergencia, como guste, pero sin sectarismos, con voluntad de trabajo conjunto y con vocación de mayoría, sin conformarse con ser una minoría, esto es, para la toma del poder político.
Tomar las riendas, construir un programa de medidas, que desde lo local a lo estatal, dé contenido al proceso constituyente republicano que reclamamos, y aplicarlo. Trabajarlo tanto desde la acción del poder popular organizado como desde las instituciones. Una República de las trabajadoras, una República federal y plurinacional como vía al socialismo, un Estado y una sociedad que asimilen la identidad plural y reconozcan el derecho a la autodeterminación de los pueblos y naciones del Estado español.