Por fin llega el verano pero no la imagen ociosa que los medios del régimen vierten sobre la juventud.
La realidad que sufrimos no es la imagen idílica de la juventud aventurera postrada en una playa o disfrutando de su tiempo de ocio, sino todo lo contrario, somos carne de cañón para una patronal que no para de precarizar nuestras vidas para maximizar sus beneficios.
España posee un modelo productivo basado en el sector servicios. Desde el período de desindustrialización impuesto por la Unión europea, nuestro país se ha ido convirtiendo paulatinamente en el patio de recreo para los países del centro de la unión. Este proceso nos lleva a depender económicamente mayormente del turismo, y con él, de la pauperización de nuestras condiciones materiales.
Este verano, de cada diez contratos de trabajo firmados por jóvenes menores de 30 años, nueve serán temporales, en algunos casos tan sólo de semanas o días. La situación se torna cada vez más precaria especialmente para los colectivos de mayor vulnerabilidad, que no tienen más opción que aceptar condiciones de trabajo semiesclavas a merced de la patronal y bajo el más absoluto abandono por parte del Estado. Ejemplo de ello son los constantes abusos que los empresarios ejercen frente al colectivo migrante en las camapañas de recogida en el campo. Además este tipo de situaciones ahondan en la feminización de la pobreza generando más brecha salarial, relegándonos a las mujeres a ejercer trabajos más duros y peor pagados, cuando directamente no se nos cosifica y se nos utiliza como meros reclamos.
Esta situación, aparte de causar estragos en lo laboral, está provocando fenómenos catastróficos asociados al turismo como la gentrificación de los barrios en las grandes ciudades, inflando una nueva burbuja inmobiliaria enfocada a los alquileres que, como principal consecuencia, provoca la expulsión de un vecindario que ya no puede hacer frente al desorbitado precio de los alquileres, desahuciándoles del barrio y atrayendo un nuevo tipo de inquilinos estacionales. Las casas de la clase obrera pasan a ser de la noche a la mañana pisos de alquiler turístico sujetos a la especulación empresarial. Esta situación acentúa además el gran problema de conseguir una vivienda entre la clase obrera joven. La imposibilidad de acceder a un alquiler hace que la edad media a la que nos emancipamos no deje de subir.
Garantizar a la juventud trabajadora la posibilidad de desarrollar un proyecto de vida pasa por la dignificación del trabajo, la soberanía alimentaria y energética, la aniquilación del patriarcado y unos servicios públicos de calidad, tales como la educación, la sanidad, etc. Son cuestiones éstas que sólo pueden lograrse desde la ruptura con el régimen, ganando soberanía y construyendo un modelo nuevo productivo sostenible con el medio ambiente, compatible con un marco laboral que dignifique el trabajo, que garantice el derecho una vivienda digna, el acceso al ocio alternativo al consumo y en definitiva, que nos permita desarrollar un proyecto de vida a la altura de nuestras luchas.