Sobre el referéndum xenófobo en Hungría
Desde hace unos años con una mezcla de temor, desesperanza y frustración como la extrema derecha está ganando poder político e influencia social en el Norte y Este de Europa Esta situación es especialmente alarmante en Hungría, dónde el pasado domingo 2 de octubre se celebró un referéndum convocado por el gobierno del Fidesz (conservadores y democristianos) presidido por Viktor Orbán desde 2010. La tendenciosa pregunta de éste referéndum a la que estaban llamados a responder más de 8,2 millones de húngaros/as era «¿Quiere que la Unión Europea pueda decidir sin el consentimiento de la Asamblea Nacional sobre asentamiento de ciudadanos no húngaros en Hungría?
El gobierno conservador ha contado con un impagable aliado para estas elecciones; el partido de extrema derecha, abiertamente xenófobo y con gran parecido a los antiguos partidos fascistas europeos del Jobbik, que actualmente, con más de 1 millón de votos es la tercera fuerza en el parlamento, por detrás del partido socialdemócrata. Ambos partidos, el Fidesz y el Jobbik llamaron a sus adeptos a votar «NO» en el referéndum. Todos los partidos de la oposición hicieron campaña por boicotear el referéndum llamando a sus simpatizantes a no acudir a las urnas (excepto un pequeño partido liberal que era el único que pedía votar «SI»).
Durante esta campaña, el Fidesz y el Jobbik han competido el uno con el otro por lanzar los mensajes más racistas, insolidarios y nacionalistas, relacionando continuamente musulmán y refugiado con terrorismo. El gobierno no ha escatimado esfuerzos en éste referéndum, ya que en él, se ha gastado casi 50 millones de euros en propaganda, con lo que supera al dinero gastado por todos los partidos políticos juntos para las pasadas elecciones generales de 2014. También se ha utilizado la maquinaria del Estado y las ventajas de estar en el gobierno para hacer campaña electoral, durante los días previos al referéndum se puso a varios departamentos del ministerio del Interior a trabajar haciendo llamadas a las casas haciendo campaña por el «NO», mientras que varios altos cargos del partido recorrieron la geografía húngara regalando alimentos y víveres a la gente necesitada de los pueblos a cambio de la promesa de votar «NO». En un país en el que el salario mínimo es de 330 euros y el salario medio apenas llega a las 800 euros es fácil entender la desesperación de la gente por conseguir algún ingreso extra que le permita llegar a fin de mes.
A pesar de todo ello, la participación en el referéndum fue de tan sólo el 43,9%, siendo el 6,3% de los votos inválidos y un 98% de los votos válidos rechazó la cuota de refugiados impuesta por Bruselas. No obstante, no se debe minimizar el apoyo que obtuvieron el gobierno conservador y el Jobbik, pues en el referéndum de entrada de Hungría a la Unión Europea (2003) la participación fue menor, de hecho éste ha sido el referéndum con más participación en Hungría desde el fin de la etapa soviética.
En Hungría la clase trabajadora se enfrenta no sólo a la creciente precarización y pauperización que le imponen las políticas neoliberales de la Unión Europea fielmente seguidas por el gobierno húngaro (las cuales no somete a ningún tipo de referéndum) sino que también hace frente a un gobierno cada vez más autoritario, oligárquico y reaccionario. Los camaradas del Partido Comunista Obrero Húngaro tienen muy difícil llegar a la población, puesto que desde 2010 defender el socialismo en público puede suponer una pena de cárcel de entre 2 y 3 años, se equipara al fascismo con el comunismo, están prohibidos los símbolos comunistas como la estrella roja, la hoz y el martillo y no se permite a los partidos políticos organizarse en los centros de trabajo. Se deja por tanto el terreno bien abonado para que la burguesía húngara y europea puedan perpetuar su opresión sobre la clase trabajadora de Hungría.
Tras años de persistente propaganda anticomunista y ante la creciente pauperización de la clase trabajadora húngara, esta reacciona como lo esta haciendo en tantos otros países europeos, lanzándose en brazos de quien le señala un chivo expiatorio responsable de sus crecientes problemas económicos y sociales (los/as migrantes, los/as refugiados/as, los/as gitanos/as, los/as musulmanes…) ocultando con ello al único responsable y enemigo del la clase obrera húngara, que es su oligarquía nacional aliada con la europea con el fin de enriquecerse a costa del sufrimiento de las masas asalariadas.
Sin embargo, a pesar de toda esta propaganda, estamos convencidas de que el pueblo de Hungría sabrá responder a todos los ataques contra sus intereses, de hecho, la principal preocupación de la población húngara es el lamentable estado de su sistema de salud (tras años de privatizaciones) y la corrupción, estando la inmigración en el tercer lugar (a pesar de toda la propagandística destinada a convertirla en la principal preocupación).
La población de Hungría, como la del resto de Europa ha visto en los últimos años como se atentaba contra sus intereses materiales desde instancias supranacionales no electas, por ello comprendemos que parte de la clase trabajadora quiera defender el antiguo Estado Nación frente a los ataques de la Troika y el capital financiero, pero no podemos permitir que éste nacionalismo se lo apropien los partidos reaccionarios y fascistas para dividir y enfrentar a la clase trabajadora. La juventud comunista de España seguiremos señalando a los responsables directos del empobrecimiento creciente de la clase obrera europea, que son los mismos que se benefician con las guerras en Siria, Iraq, Libia, Afghanistán, Yemen, Ucrania…
Estamos seguras de que las camaradas de Hungría sabrán responder a éste auge de la xenofobia y del fascismo en su país y les mandamos toda nuestra solidaridad y apoyo.