Las comunistas seguimos gritando que las violencias machistas condicionan nuestras vidas, que la pobreza tiene nuestra cara, que nos siguen asesinando y que seguimos teniendo que ejercer de cuidadoras para sostener al sistema capitalista que nos explota.
En los últimos meses, los períodos de confinamiento y de “nueva normalidad” no han traído consigo una nueva realidad en cuanto a las violencias machistas. Los efectos derivados de la saturación de servicios públicos y el aumento de la inestabilidad y precariedad laboral han sido sufridos de una manera especial por las mujeres trabajadoras.
Durante el confinamiento, la situación de las víctimas de violencia ha sido dramática al no poder abandonar su domicilio más que para actividades muy limitadas y se han visto obligadas a pasar casi las 24 horas del día al lado de su agresor. La imposibilidad de tener otro espacio de socialización hace que cualquier tipo de violencia se recrudezca aún más, haciendo que las secuelas sean todavía más graves y el intento de poder escapar de esa situación se vea casi imposible. Las cifras nos dejan un panorama desolador, el número de asesinatos de mujeres durante lo que vamos de año se sitúa en las 40, según datos oficiales, llegando a 1073 desde que se tiene datos en 2003.
No podemos denunciar la violencia solamente cuando se expresa en su forma más explícita (en forma de violencia física o asesinato), si no que al ser algo inherente al sistema, se expresa en todos los espacios que este mismo atraviesa. La pobreza en nuestro país, sigue teniendo rostro de mujer añadiéndole en nuestro caso la temporalidad y paro juvenil. La posición laboral a la que en muchas ocasiones nos vemos arrastradas (trabajo en el sector servicios, trabajos por horas sin contrato, trabajos en el entorno de los cuidados, etc.) nos ha hecho sufrir lo peor de la crisis que estamos viviendo: por un lado hemos sido uno de los sectores más expuestos a contagios en el entorno laboral debido a desarrollar nuestro trabajo en entornos de alto riesgo y, por el otro, hemos sido expulsadas del mundo laboral sin ninguna prestación por estar trabajando sin contrato de forma fraudulenta.
Debido a esta situación de precariedad a la que muchas jóvenes se ven abocadas, y que se seguirá acentuando debido a las consecuencias de la crisis que vivimos, ciertas plataformas que se nutren de la mercantilización y la sexualización del cuerpo femenino ganan fama día a día. Muchas mujeres, con un marcado carácter joven, ven como única salida a sus problemas económicos comercializar con su cuerpo utilizando plataformas de prostitución, de venta de contenido pornográfico o estableciendo relaciones con hombres ricos que perfectamente les doblan la edad solamente para poder seguir subsistiendo.
Como Juventud Comunista apostamos por la protección de las víctimas, asegurando su acompañamiento y proporcionando todo lo necesario para el mantenimiento de sus necesidades materiales. Del mismo modo, apostamos por la educación como una herramienta al servicio de las clases populares que nos permita señalar el origen del patriarcado para concienciar a la población, así como para atacar a todas las estructuras de poder que lo sostienen. Siendo consecuentes con la lucha contra el patriarcado y todas sus expresiones de violencia, apostamos por el desarrollo de propuestas que nos hagan avanzar en la abolición de la prostitución, pornografía y cualquier forma de mercantilización del cuerpo de la mujer, desde los vientres de alquiler hasta la publicidad sexista, poniendo el foco en los explotadores y no en las víctimas.
La lucha contra la violencia que sufrimos las mujeres jóvenes obreras no puede llegar a su último término si no acabamos con el sistema capitalista que sustenta la división sexual del trabajo como uno de sus pilares y mantiene al sistema patriarcal. La lucha contra el capital y el patriarcado deben ir de la mano, deben ser parte de un todo que permita la emancipación del ser humano y terminar con cualquier tipo de violencia. Por ello, desde la Juventud Comunista llamamos a la organización popular, en cada centro de trabajo, estudio y en cada barrio, como única vía que ponga en jaque al sistema capitalista y patriarcal que nos explota.