Durante 2020 la familia Mulliez, propietaria de Decathlon, obtuvo unos beneficios que ascienden a 550 millones de euros. Durante ese mismo año, la empresa tuvo a sus trabajadores en ERTE durante 3 meses, es decir, que mientras el Estado cubría los puestos de trabajo Decathlon obtuvo los mismos beneficios millonarios que el año anterior. Pero no hace falta irse a la pandemia ni a las garantías que desde el Estado se han dado a las empresas para seguir acumulando beneficios para conocer la realidad de Decathlon.
Las trabajadoras del sector servicios vivimos marcadas por la temporalidad, en el caso de Decathlon un 30% de nuestra plantilla estamos contratadas de manera temporal, pero cubrimos puestos indispensables para el normal funcionamiento de la empresa. Cuando hablamos de porcentajes, en ocasiones deshumanizamos lo que significa: que un 30% de la plantilla de Decathlon sea temporal significa que unas 29.000 trabajadoras vivimos con la incertidumbre que supone no saber cuál va a ser nuestro futuro. Se nos exige flexibilidad laboral para adaptarnos enteramente a su rueda de incremento de beneficios, dejándonos sin trabajo a la espera de que lleguen fechas en las que se produce un incremento del consumo para de nuevo incorporarnos cuando su ritmo de ventas lo requiere, comprometiendo nuestra salud y bienestar a todos los niveles.
Sin embargo, la familia Mulliez entiende que debemos descansar, por ello, nos propone cuatro fines de semana libres al año. Lógicamente esta propuesta impide que las trabajadoras tengamos una vida alejada del entorno laboral, a poder tener un mínimo proyecto de vida fuera del trabajo. Por mucho que los fines de semana sean clave para la venta, tenemos derecho a un descanso de calidad y a realizarnos fuera del trabajo. Y ese derecho al descanso no pasa solo por reclamar más fines de semana libres, sino por acabar con el abuso que suponen las horas realizadas fuera de nuestra jornada laboral y con la realización de tareas que no corresponden a la categoría profesional en la que estamos contratadas.
Especialmente estresantes son los periodos navideños y de rebajas, donde las ventas son el doble que en otros periodos del año y las plantillas de nuestro sector solo aumentan un 2% de media. Cualquiera de nosotras sabe lo que significa trabajar en navidades: aumento de la jornada laboral, aumento de días seguidos sin librar, aumento de la carga de trabajo, etc. Y todo ello, con la presión de nuestros jefes al asignarnos unos objetivos de venta alejados de la realidad culpándonos a nosotras de que nuestros sueldos de miseria son debido a nuestra incapacidad para llegar a los inalcanzables objetivos que nos marcan.
Mientras tanto, las empresas siguen aumentando sus beneficios a nuestra costa: no poder emanciparnos, de no poder ni imaginarnos crear un proyecto de vida, ni imaginarnos poner la calefacción en invierno. Y debemos poner cara a nuestra precariedad. Decathlon debe reconocer y respetar nuestro derecho al descanso, nuestro derecho a tener un proyecto de vida y no vivir por y para trabajar.
Frente a los abusos de quienes ponen sus beneficios por encima de nuestras vidas, las jóvenes obreras nos negamos a la resignación. Desde hace un año vivimos marcados por el discurso del “esfuerzo colectivo por la recuperación económica” donde vemos la misma precariedad y temporalidad de siempre.
Sabemos que otra realidad no solo es posible, es necesaria. Es posible cambiar nuestro modelo productivo y de consumo, es necesario organizarnos como clase en nuestros centros de trabajo para exigir lo que nos corresponde. Es hora de organizar la rabia y apostar por la superación del capitalismo como única vía posible hacia nuestra emancipación, porque somos demasiado jóvenes para ser tan infelices.
¡No más resignación! ¡Nuestra fuerza es la organización!
¡Únete a la Juventud Comunista!