Andalucía juega dos papeles fundamentales dentro del Estado Español: por un lado uno es uno de los territorios periféricos abocados a la terciarización y turistificación, por otro, actúa como frontera territorial y política del Régimen del 78, y por ende, de un país imperialista que ejecuta las políticas migratorias de la Unión Europea.
Por un lado, en el proceso histórico de concentración del capital, se dibujan en el Estado Español territorios periféricos como consecuencia de la contradicción centro-periferia, como es el caso de Andalucía, con una situación de subalternidad y terciarización del modelo productivo, con el turismo y la hostelería como sectores principales, aunque también con rasgos marcadamente extractivistas y en contradicción con el medio. Así, la división del trabajo dispuesta en el Régimen del 78, en función de los intereses de la gran burguesía, condena a un presente y un futuro de miseria a la clase trabajadora en Andalucía. Tampoco podemos olvidar las propias desigualdades territoriales dentro de la propia Andalucía, consecuencia también del proceso de concentración del capital que: existe una contradicción entre territorios, derivada de la especialización por sectores entre los mismos, que retroalimenta el rol periférico de unos (provincias como Jaén) frente a otros (Sevilla y Málaga principalmente).
Por otro lado, Andalucía es frontera territorial y parte de la frontera política del Régimen del 78, la Unión Europea y, con ella, de la Alianza Atlántica. La condición de frontera de Andalucía surge de la especialización territorial impostada por el régimen político y su encaje en el engranaje del polo imperialista europeo; y, evidentemente, por su situación geográfica e histórica: situada en la entrada del Mediterráneo, frente al norte de África, constituye un foco en el flujo de mercancías y personas, teniendo también un papel central en las líneas fronterizas en el Mediterráneo norte a raíz de la colonización.
El rol fronterizo de Andalucía conlleva una fuerte presencia militar en el territorio, pero también una pérdida importante de soberanía de la clase obrera al darse una redirección de parte del proceso productivo hacia la consecución de las necesidades imperialistas de la OTAN, la Unión Europea y del Régimen en la formación social española.
El desarrollo capitalista no hará más que profundizar en el papel subalterno de Andalucía dentro de España y Europa, en un proceso que obedece a las necesidades de las grandes burguesías españolas y europeas, en contraposición a los intereses de la clase obrera en Andalucía y el medio.
La socialdemocracia andaluza, en este 28 de febrero y durante todo el año, limita sus reivindicaciones al marco del Estado, reclamando una “mayor soberanía” que no es más que una porción mayor del pastel del poder político en el estado. No se enfrentan a los intereses de la burguesía sino que reivindican su cuota de poder para gestionar bajo los estos intereses burgueses. Las reivindicaciones de mayor soberanía o nacionalistas, insertas en el marco del Régimen del 78, son un reflejo del oportunismo partidario con el único fin de obtener una mayor representación parlamentaria.
No nos engañemos, los intereses de gestión del Estado de la socialdemocracia nada pueden hacer por las condiciones de la clase trabajadora. Sus intereses y los de la burguesía son opuestos a los de la clase trabajadora, y por ello no tiene nada que ofrecer a la clase trabajadora una gestión localizada de los recursos que cada vez son menores.
Es por ello que la Juventud Comunista entiende más necesaria que nunca la organización revolucionaria contra un capitalismo en decadencia por sus propias contradicciones y por la crisis global de recursos que agudiza los conflictos imperialistas. Solo la organización revolucionaria en el proyecto de la Juventud Comunista contra el Régimen del 78 puede traer algo de luz a una situación tan complicada y en la que afloran las respuestas fáciles y profundamente erróneas.
¡Ante sus crisis, no valen reformas!
¡Organización de clase contra el Estado Burgués!