La escalada de tensión en Ucrania ha ido aumentando de una forma potencialmente catastrófica en los últimos días. Tanto la OTAN como Rusia han ido alimentando sin límite una espiral de irresponsables maniobras militares que han desembocado finalmente en una guerra total en Ucrania.
No nos encontramos ante un conflicto entre buenos y malos, como se pregona desde la propaganda de ambas trincheras. La realidad es mucho más cruenta y apegada a los intereses de las clases dominantes de uno y otro lado. En Ucrania se juegan cuestiones esenciales en torno al reparto de recursos naturales , tanto en el ámbito energético como en lo que respecta a la soberanía alimentaria, siendo esto un foco de conflicto desde hace muchos años. En este punto, es esencial recalcar que el sistema capitalista en el que vivimos no permite garantizar el abastecimiento de estos bienes esenciales para la vida, sea quien sea su administrador.
Ante esta situación, llamamos la atención sobre el sufrimiento generado por el conflicto armado y las recientes acciones sobre la clase trabajadora en general y en concreto sobre los pueblos ruso y ucraniano. Este conflicto no servirá para la mejora de las condiciones de vida de la clase obrera, de nuevo seremos carne de cañón frente a los intereses imperialistas de unos y otros. No existe una voluntad de defensa de los intereses de la población ni rusa ni ucraniana, solo de los intereses de los capitalistas de ambos países y la pugna por un espacio de influencia política.
La ofensiva militar rusa no parte de un objetivo humanitario ni antifascista. Se fundamenta principalmente en los intereses imperialistas y de mantenimiento de la influencia en el ámbito geográfico del espacio postsoviético. Esto no aminora la influencia real, interesada y promocionada por EEUU y la UE de la ultraderecha en Ucrania. Una ultraderecha que niega el derecho de una parte enorme de la población ucraniana que tiene como lengua materna y como cultura e identidad nacional de referencia la rusa. Bandas paramilitares que han empleado el hostigamiento, la tortura y el asesinato con la permisividad o la incitación del gobierno ucraniano. En el marco de ese conflicto, las expresiones políticas de clase vienen siendo duramente reprimidas, incluido el hostigamiento a los sindicatos y la ilegalización del Partido y la Juventud Comunista de Ucrania.
Frente a quienes pretenden revivir los esquemas propios de otra época, la Juventud Comunista señalamos que hace escasos años el Rey emérito cazaba mano a mano con Putin. Que el Régimen del 78 ha pasado largos periodos de tiempo cuidando la relación bilateral y pactando proyectos de inversión e infraestructuras con el gobierno de Putin, en beneficio de la gran burguesía de nuestro país. Que han sido múltiples las muestras de compenetración y coordinación para el reparto de los beneficios de la explotación gasística entre los principales gobiernos europeos y Rusia. Y señalamos que, sin dudas ni paliativos, tanto Putin como las autoridades de EEUU y la UE han actuado como testaferros de los intereses de sus respectivas oligarquías. Y es, en este punto, donde debemos centrar la atención. Ningún pueblo saldrá beneficiado de esta situación. Lo que se dirime son las zonas de influencia militar y los márgenes de acumulación capitalista.
Por eso, debemos denunciar y rechazar los anuncios de envío de armamento al gobierno ucraniano desde una posición consciente y solidaria con los pueblos del mundo. Una posición que no olvida el abandono interesado del pueblo saharaui, sirio o palestino, y como los distintos gobiernos españoles han ido salvaguardando a sus verdugos. Si se envían armas a Ucrania no es por respaldar ningún tipo de resistencia antiimperialista. No es, ni tan siquiera, por defender la soberanía de un Estado frente a otro. Es, simplemente, por evitar la expansión de la zona de influencia rusa.
En este punto cabe también denunciar las falsas esperanzas generadas al pueblo ucraniano por parte de la Unión Europea. La protección que llevan años garantizando y el amparo económico que prometieron ofrecer a un país con altas tasas de paro y con un bajo desarrollo de las fuerzas productivas es papel mojado. No solo no ha hecho sentir sus efectos, sino que ha espoleado directamente el conflicto militar.
No podemos eludir también la respuesta de la UE ante la crisis de refugiados generada por este conflicto. Saludando positivamente la regularización y la garantía de derechos para toda persona, sea de la nacionalidad que sea, se hace impresentable justificar bajo premisas humanitarias la existencia de dos categorías de refugiados. La Europa fortificada y militarizada frente a los fenómenos migratorios que generan sus empresas transnacionales (por causas militares, económicas o climáticas), que lleva décadas dejando morir a millares de personas en el Mediterráneo o en campos de concentración en zonas fronterizas, ahora garantiza un corredor humanitario a las víctimas del conflicto. Igualmente, el Gobierno de España anuncia la regularización de todos los ciudadanos ucranianos residentes en nuestro país, mientras deniega sistemáticamente todo tipo de derechos y libertades fundamentales a los millones de migrantes irregularizados por el Estado.
Frente a esta fase de la guerra, no cabe sino reiterar el señalamiento a los intereses económicos de las clases dominantes en conflicto, a apostar por la pacificación total, y a rechazar de la forma más vehemente posible el irresponsable y belicista anuncio del Gobierno de España de enviar armamento al conflicto. Y, en la búsqueda de una solución duradera al conflicto militar, nos ratificamos en el comunicado hecho público en el momento de ruptura de las hostilidades:
La Juventud Comunista apostamos por la paz y el respeto a la soberanía de los pueblos, libres de toda opresión y toda injerencia imperialista, y rechazamos el envío masivo de tropas y la participación directa en la escalada del Estado español. Exigimos el cese de las hostilidades y la retirada de todas las tropas, así como la salida inmediata de España de la OTAN para dejar de participar en una alianza que se manifiesta como claramente criminal, siendo precursora de los conflictos bélicos que sean necesarios para salvaguardar así los intereses económicos de las burguesías nacionales que defienden. Igualmente, llamamos al conjunto de agentes políticos y sociales a implicarse en la consecución de una solución que garantice la paz y la seguridad colectiva que no puede sino pasar por la solidaridad internacionalista, el apoyo mutuo y la lucha contra el imperialismo.
¡Ni guerra entre pueblos, ni paz entre clases! ¡No a la guerra imperialista! ¡No a la OTAN!