Desde el inicio del verano son constantes las noticias de incendios que asolan montes enteros, arrasando ecosistemas y poblaciones. Como cada año, estamos siendo testigos con rabia e impotencia de la destrucción de nuestro medio y de nuestros hogares, siendo ya más de 184.288 hectáreas calcinadas en 2022 y decenas las poblaciones que se han visto obligadas a ser desalojadas.
El capital hace su juego y pone en el punto de mira solamente las partes más visibles de un problema que es tremendamente de fondo. Las administraciones públicas son culpables de la gestión de los montes pero no son las únicas responsables de la situación forestal de nuestro país. El abandono del campo y los pueblos es consecuencia de un modelo económico que centraliza la producción y no da posibilidad de desarrollo al medio rural por lo que el cuidado y aprovechamiento de gran parte del campo que se hacía años atrás cada día es más deficiente, lo que hace que las llamas se vuelvan más virulentas. No es casual tampoco que gran parte de estos incendios hayan sido provocados y que posteriormente se hayan instalado empresas energéticas en suelo que anteriormente era de carácter protegido. Incluso si ponemos el foco en los propios medios de extinción podemos ver como el vaciamiento de pantanos por parte de las energéticas ha dificultado las labores de las brigadas al no disponer de puntos de agua en zonas cercanas. Podríamos pasarnos páginas analizando uno por uno los motivos por los que el capitalismos es el culpable pero nos limitaremos a resumir que nos encontramos ante un desenlace natural en un proceso de especulación de la tierra y el monte en favor de los intereses de los beneficios del capital.
La distribución de la propiedad de la tierra en una minoría, la destrucción de las especies autóctonas por otras que permiten maximizar los beneficios de industrias como la maderera o los intereses especulativos ligados a la construcción son los eslabones de un proceso de maximización de beneficios en contra del medio. Siendo esto a su vez una de las más flagrantes expresiones de las lógicas de explotación del capitalismo. Sus beneficios siempre priman, por encima del medio y de nuestras propias vidas como muestran las cifras de muertes provocadas por los incendios, siendo la última víctima un bombero forestal en Zamora hace escasos días.
Como cada año somos la clase obrera la paga las peores consecuencias de este tipo de catástrofes ambientales y de nuevo somos las que nos jugamos la vida estando las primeras en línea de fuego para salvar nuestro campo. Somos nosotras las que sufrimos las secuelas de los incendios, de la deforestación, y vemos verano tras verano cómo nuestros bosques, montes y pueblos quedan arrasados mientras las instituciones que se supone que tienen que velar por su cuidado están más preocupadas de mantener el beneficio de los capitalistas y sus posibilidades de acumulación que de nuestro patrimonio natural y cultural. Todo esto además en un contexto de crisis climática originada por las mismas lógicas sistémicas de explotación y agotamiento del medio que agravan las consecuencias de estos fenómenos. No contentos con ello debemos aguantar como sus medios de comunicación intenten culparnos a la clase obrera tanto de la una como de la otra haciendo malabares para evitar señalar al verdadero responsable que no es otro que el modo de producción imperante en una fase que debe hacer todo lo posible por mantener su tasa de ganancia.
Como Juventud Comunista nuestra propuesta es clara; una denuncia constante a la capitalización y especulación del campo para el crecimiento de los beneficios empresariales que solo llevan a su irremediable devastación, y la destrucción de este sistema que acaba con nuestra tierra y con nuestras vidas. Un modelo productivo caótico y destructivo como el capitalismo jamás dará solución en firme a una crisis climática que este mismo provoca y atiza. Solo la economía planificada bajo el socialismo es la garante de una relación equilibrada entre el medio ambiente y el ciclo productivo. La propuesta es clara sus beneficios son la miseria del medio y la nuestra.