Durante los últimos días, miles de jóvenes en Asturies se enfrentan a una de las pruebas más importantes de sus vidas, que funciona como barrera de clase para miles de estudiantes de clase obrera: la selectividad.
Esto ocurre por algo muy simple: al contrario de lo comúnmente dicho como salida fácil para la solución de la mayoría de problemas sociales, la educación no cambia el mundo, lo legitima. Como espacio de socialización y adquisición de conocimiento, la Escuela y la Universidad son instituciones que responden en última instancia a las lógicas productivas y de valorización del capitalismo. Por supuesto, este fin último genera los distintos instrumentos que estos espacios académicos tienen para la represión y la expulsión de estudiantes de familias trabajadoras.
Después del ciclo expansionista que permitió la supuesta apertura de la Universidad para los hijos de la clase trabajadora, la crisis crónica del capitalismo se expresó en un retroceso evidente en la capacidad que tiene el Estado de hacer funcionar la máquina educativa en tales términos. Esto se ha vislumbrado a través de los recortes de la anterior década, el plan Bolonia y otras medidas que fueron introducidas pese a la momentánea resistencia del movimiento estudiantil organizado que no pudo con las políticas neoliberales. En el momento en el que ahora vivimos, tras superar ese periodo de movilización, es cada día más evidente cómo el Estado promueve y facilita a los capitales privados intervenir cada vez de una forma más explícita en los espacios universitarios. La famosa mercantilización no fue un proceso puntual, sino una respuesta económica en el desmantelamiento del Estado de Bienestar.
Prueba de este proceso es la proliferación de másteres, muchos de ellos privados, como forma de acceso cómodo de la oligarquía imperialista a sectores profesionales avanzados, la instalación de la Formación Dual como objetivo educativo de la Universidad de Oviedo, la presencia cada vez mayor de la empresa en la elaboración de currículum y en los equipos de investigación.
Todo ello, eso sí, con la integración de las fórmulas de respuesta dentro del Estado, en forma de institucionalización del movimiento estudiantil de los últimos años (no pudiendo considerarse más traición que consecuencia lógica de su estrategia, la cual asumimos como parte nuestra por nuestra participación en éste).
Ante el avance del capital, quienes representamos la fuerza del trabajo en la producción debemos organizarnos, no para reivindicar un supuesto retorno a la «educación pública» con tantos apellidos como se nos ocurran, sino para superar las lógicas de producción ante las que responde y se instituye el modelo educativo, sino que el «contrato social» que algunos consideran roto encierra las lógicas de explotación que instituyen el modelo educativo capitalista.
Lo que reivindicamos los jóvenes comunistas es la destrucción del Estado burgués a través de la organización obrera y revolucionaria, donde el movimiento estudiantil forme parte de ella. Esta es la única vía que puede construir una educación que acabe con las consecuencias que el ciclo productivo capitalista impone sobre nosotros y nosotras.
Por ello mismo, es imprescindible construir la organización revolucionaria y plantear otras perspectivas. Te invitamos a acudir al acto público que tendrá lugar el próximo sábado día 10 en el espacio social La Comuna a las 18:00 donde charlaremos de esto y más cosas.
¡Nos condenan a una vida de miseria!
¡Planta cara!