El día 2 de febrero de 1943, en Stalingrado (actual Volgogrado), el general nazi Friedrich Paulus, junto con los restos de un ejército de 250000 hombres que se habían ocultado en la fábrica de tractores Octubre Rojo, se rindió oficialmente ante las fuerzas del teniente general soviético Vasili Ivánovich Chuikov. Mediante esta rendición se puso fin a la batalla más sangrienta de la humanidad, que dejó tras de sí cerca de 2 millones de muertos soviéticos entre civiles y combatientes.
La batalla de Stalingrado supuso la primera gran derrota nazi en su Frente Oriental. Integrada dentro de la llamada Operación Azul (Fall Blau, en alemán), su objetivo era la toma de la ciudad como punto estratégico para la toma de los pozos petrolíferos del Cáucaso, que hubieran supuesto una gran pérdida de recursos para el bando soviético. Stalingrado, la ciudad de Stalin, era una importante ciudad que contaba con una potente industria militar así como con un nudo ferroviario y un puerto fluvial para la navegación por el Volga. Su toma, además, dejaría a la URSS separada en dos mitades, debilitando enormemente su capacidad de combate. Durante el inicio de la Operación Azul ya se puso en jaque a la ciudad de Stalingrado, que logró defenderse gracias a la llegada de Chuikov para organizar su defensa. La importancia de la ciudad era tal que el 28 de julio, Stalin transmitió la orden de prohibir la rendición a toda costa de la ciudad, conocida como la orden “¡Ni un paso atrás!”, que se convertiría en el lema de la resistencia soviética frente al invasor nazi. Rubén Ruiz Ibárruri, el único hijo de la Pasionaria, murió en estos primeros compases de la ofensiva.
Un soldado soviético ayuda a un compañero durante los combates
La batalla comenzó en agosto de 1942, con masivos bombardeos por parte de la Luftwaffe nazi y una ofensiva terrestre que prácticamente llegó a tomar toda la ciudad. Sin embargo, el ejército soviético logró detenerla, iniciándose lo que se conoce como la Rattenkrieg, la guerra de ratas, que supuso la lucha total calle por calle y edificio por edificio mediante incursiones sorpresa por parte del ejército soviético. La “Casa de Pávlov”, un edificio defendido durante semanas y en el que se llegó a combatir piso por piso, se convirtió en todo un símbolo de la resistencia. Toda la población civil y militar soviética se volcó sobre la resistencia; una resistencia en el que las mujeres de Stalingrado jugaron un papel fundamental, incorporándose plenamente en las labores militares y de defensa civil. Esta situación se prolongó en el tiempo hasta la entrada del crudo invierno en Stalingrado, con temperaturas constantes por debajo de los -10 ºC. Es en este contexto en el que la heroica resistencia del pueblo soviético en Stalingrado se convirtió en un elemento crucial de la batalla.
Mujeres combatientes en el ejército soviético durante la batalla de Stalingrado.
En noviembre de 1942, la ofensiva soviética fue retomada y logró generar una pinza que dejó embolsado y aislado al ejército alemán, que tuvo que depender de los escasos suministros de un puente aéreo fracasado. En este contexto se calcula que hubo entre 5130 y 6390 bajas diarias debidas no solo al fuego, sino también al frío, las enfermedades infecciosas y la inanición. Los combates continuaron hasta febrero de 1943, pero ya bajo la forma de una constante pérdida de las posiciones de los nazis. El 2 de febrero, una vez se disipó la niebla matutina, los soldados lanzaron bengalas al cielo y cruzaron el Volga para llevar comida a los civiles que habían estado atrapados durante los anteriores cinco meses de batalla. Nadie creía en el milagro, pero había ocurrido.
La casa Pavlov, en la actualidad. En la inscripción se puede leer: «en este edificio están las hazañas heroicas unidas de la guerra y del trabajo. Te defenderemos y te reconstruiremos, querido Stalingrado»
La batalla de Stalingrado fue la batalla decisiva de la Segunda Guerra Mundial. No solo supuso la primera de una serie de victorias del Ejército soviético que les llevarían hasta las puertas de Berlín, sino que supone uno de los símbolos más potentes de la lucha antifascista y por la libertad. La máquina propagandística usamericana lleva décadas vendiendo el producto de que fue el desembarco de Normandía de 1944, esto es, su contribución a la guerra, el hecho decisivo que marcó el giro de la guerra. Esto no fue así. La historia nos muestra que fue la resistencia del ejército y del pueblo soviético y su decisivo empuje tras Stalingrado la que obligaron al ejército nazi a desgastar grandes recursos que dejaron el Frente Occidental lo suficientemente descubierto como para permitir la entrada de los aliados a través del noroeste francés. La enseñanza de Stalingrado es que cuando el pueblo se organiza y resiste en torno a la defensa del socialismo, todo es posible.
Para saber más: BEEVOR, Anthony (2000), Stalingrado. Crítica. Barcelona.