La estrategia de dominación global que llevan a cabo los distintos bloques imperialistas continúa afianzándose en todo el planeta, estrategia que se concreta en la reconfiguración de los poderes regionales, la recomposición de los lazos de explotación que existían durante la época colonial y la extensión de los planes hegemónicos, tanto a nivel militar como político y económico. La Unión Europea es otro más de los competidores en esta estrategia global, en su carácter de polo imperialista interestatal, surgida de un proceso de acumulación y desarrollo jurídico, político y económico iniciado por las Estados burgueses más poderosos de la región, y orientada a la centralización y concentración de capitales en manos de los monopolios anexos a los Estados de la UE.
A nivel europeo, en términos generales, sigue acentuándose la crisis capitalista en toda la región. Los diferentes gobiernos continúan asumiendo la línea política y económica dictada por la troika, en un contexto en el que Alemania, como Estado en la cúspide de la cadena imperialista, se encuentra a la vanguardia y marca decisoriamente la evolución y aplicación de políticas económicas.
Así pues, el contexto político europeo actual está marcado por la agudización de la crisis estructural y sistémica del capitalismo, que se expresa no sólo como intensificación de la lucha de clases, sino como medio para la recomposición del capital financiero de la UE, a través de la monopolización de los sectores estratégicos de la economía, de la intensiva concentración de capitales, al igual que por una pugna intercapitalista entre los Estados de la UE, en el marco de sus relaciones de interdependencia.
La estrategia de los monopolios europeos, con el capital financiero a la cabeza (especialmente alemán y en menor medida francés e inglés) de acelerar la construcción de una UE a su medida se desarrolla mediante la profundización de la “crisis de la deuda”. Una hoja de ruta que mediante el endeudamiento de los países periféricos, busca la recuperación de la tasa de ganancia y continuar con la acumulación de los bancos y grandes empresas del centro imperialista. Los préstamos del BCE y los rescates de la UE, van en esta línea. A esto se suma la recuperación de la tasa de ganancia de las grandes empresas mediante la bajada de salarios, las políticas fiscales y laborales regresivas y el aumento de la dependencia del capital “nacional” de estos países; acumulación por desposesión mediante las privatizaciones y externalizaciones de servicios públicos.
Por otro lado hay que añadir la política guerrerista europea como medio para la destrucción de fuerzas productivas, obtención de materias primas y obtención de nuevos mercados, tal y como hemos visto en las intervenciones militares en Libia y Mali, lideradas por países de la UE. Los ejércitos de todos los Estados miembro, sumados entre sí, constituirían a la Unión Europea como el segundo mayor ejército del mundo. El porcentaje de soldados por habitante supera incluso al de China, que tiene el ejército más grande del mundo. Es un hecho evidente que un ejército así es muy poco útil para este tipo de guerras neocoloniales que necesita el imperialismo.
De ahí las numerosas llamadas a crear un ejército europeo, reducido y moderno, en el que los estados mancomunen sus recursos o se especialicen. Esta idea, que viene avalada por la mayoría de la OTAN en su estrategia “una organización, dos pilares” (EE.UU. y la UE), existe ya en forma embrionaria con los llamados “Grupos de combate de la Unión Europea”, proyecto enmarcado en el contexto de la Política Europea de Seguridad y Defensa, en las que varios países forman unidades militares de intervención rápida.
Además, las revelaciones de los últimos meses sobre el espionaje masivo practicado por parte no solo de EEUU sino también de varios países de la Unión Europea, que siempre se habían jactado de defender las libertades y los derechos individuales, clarifica el carácter profundamente antidemocrático del capitalismo en su fase imperialista, que se incremente en tiempos de crisis en las que se necesita un mayor control de la población.
En este contexto, es de destacar el avance de la extrema derecha en muchos países europeos que va comiéndose poco a poco el terreno de la derecha clásica y de la socialdemocracia, siendo España una de las pocas excepciones. Ejemplos dramáticos de esta tendencia son el Frente Nacional en Francia, Geert Wilders en Holanda, el Partido de la Libertad (FPÖ) en Austria, el SVP/UDC en Suiza, la Liga Norte italiana, el Vlaams Belang en Bélgica o Amanecer Dorado en Grecia, entre otros, los cuáles tienen una alta expectativa de voto, debido a sus propuestas populistas aun a pesar de sus posiciones abiertamente fascistas y criminales.
A pesar de esto, hay ejemplos para el optimismo. Debemos subrayar el avance electoral de las fuerzas clasistas en un tradicional feudo de la derecha más anticomunista en Europa, la Republica Checa, donde la socialdemocracia y la derecha se hunden (perdiendo 20 escaños uno y la mitad el otro) mientras nuestros camaradas del Partido Comunista de Bohemia y Moravia (KSČM) suben a tercera fuerza con el 15%.
En Portugal, hay que destacar el resultado histórico del Partido Comunista Portugués y de su coalición CDU en las recientes elecciones municipales y regionales, con el 11% de los votos siendo la tercera fuerza en alcaldías, manteniendo sus feudos electorales y obteniendo nuevas alcaldías, mientras la derecha y otros partidos de “izquierdas” se hundían en votos. Esto es muestra de la importancia del desarrollo de una política que combine lo electoral con la movilización constante contra los ataques a la clase trabajadora, tal y como ha desarrollado el PCP durante años ganándose la confianza de los trabajadores portugueses.
Sin duda, son numerosos los retos a corto-medio plazo en nuestra región. La lucha contra las agresiones a los derechos de los trabajadores mandatadas desde la UE, así como las reformas de genuina inspiración nacional, la lucha contra el auge del fascismo, etc.
Ante estos retos se hace imperante la construcción de un potente movimiento popular, país por país, en la línea de la ruptura con el capitalismo, que haga posible la conquista del poder, un movimiento que logre generar espacios de poder popular organizado que logre dar el salto de la movilización a la alternativa, que posibilite la salida de la Unión Europea y del Euro, a fin de construir una nueva integración regional, libre del dominio de los monopolios economicos, sobre la base de la solidaridad entre pueblos y en beneficio de la clase trabajadora.