El pasado mes de febrero, a punto de cumplirse un año de la declaración del primer estado de alarma en el contexto de la pandemia de Covid19, El Corte Inglés sorprendía a la opinión pública anunciando lo que las dádivas generosas a los medios dieron en llamar bajas incentivadas pero que, para todos los demás, tiene un único nombre: un ERE que afectará a más de 3000 personas.
Sorprendió, por lo poco común de oír en los medios malas noticias de uno de sus principales pagadores, y porque nos ha permitido ver los costurones de la empresa del triángulo verde. La situación por la que pasa El Corte Inglés viene de lejos, y este nuevo anuncio de reestructuración es solo la manifestación más superficial de un problema mucho más serio: el actual ERE tan solo da carta de naturaleza a la tendencia que El Corte Inglés ha mantenido desde la crisis de 2008 de reducir constantemente su plantilla, lo que ha llevado a la destrucción de decenas de miles de puestos de trabajo en poco más de una década en un goteo incesante y no contestado.
Cuando se decretó el confinamiento a nivel estatal, se promovió la herramienta de los ERTE para evitar los despidos, a costa de pagar, con dinero público, la incapacidad de las empresas de pagar nuestros salarios. El Corte Inglés envió a cerca de un tercio de su plantilla al ERTE, al que una buena parte de esta ha ido regresando de manera intermitente. Y, una vez desembarazada de ese capítulo de los gastos, tuvo que volver a pedir ayuda: entre todas hemos pagado un primer rescate y ahora una renegociación de la deuda de la empresa, avalado por el Instituto de Crédito Oficial, y cuya cuantía saldaremos entre todos si la empresa finalmente quiebra.
Ahora, la empresa vuelve a pedir ayuda a un Estado que está a su servicio y plantea un reajuste de plantilla que, disfrazado de salidas voluntarias, no exigirá a la empresa, que ha faltado al compromiso de mantener el empleo, la devolución de un dinero que sus propios despedidos habrán aportado, a través de sus cotizaciones, para poder mantener los ERTE.
Sintiéndose con las manos libres para actuar de la manera en que nos tiene acostumbrados, ya desde el primer momento El Corte Inglés ha pretendido emplear el chantaje para llenar una lista solo aparentemente voluntaria, ofreciendo mayores incentivos a los que se iban por su propio pie, y castigando a los despedidos forzosos. Con todo, El Corte Inglés cuenta también con la complicidad de sus propios sindicatos verticales que actúan como un departamento de publicidad o de recursos humanos antes que en beneficio de los obreros a los que dicen representar.
Aun ahora que la infame propuesta del castigo a los forzosos ha desaparecido del acuerdo, el fondo de la cuestión permanece latente, con los sindicatos “profesionales” alentando las salidas entre una plantilla que verá muy difícil volver al mercado laboral en un sector, el del comercio, que ha cambiado drásticamente.
Las trabajadoras de El Corte Inglés tienen claro que este es el primer paso de una carrera hacia el abismo que se saldará con más salidas, cada vez más complicadas, y acompañadas de un chantaje cada vez más hostigador. Donde no le ha temblado la mano a la empresa una primera vez; donde las representantes de las trabajadoras han mirado hacia otro lado; donde, incluso, alientan las salidas, demostrando una vez más que miran por la empresa antes que por aquellos a los que representan, cabe preguntarnos: ¿Quién mira por las trabajadoras?
En la Juventud Comunista lo tenemos claro: Ni el Estado que tan servilmente ha jalonado el camino, ni la buena voluntad de la patronal, ni aquellos sindicatos que se crían a su sombra nos permitirán dar una respuesta. Solo nosotras mismas, por nuestros propios medios, sabremos atender a nuestros intereses eficazmente. Es el momento de organizarnos como trabajadoras, de enfrentar los chantajes, de sacudirnos de encima a los conciliadores que, en nombre de nuestros intereses, nos señalan el camino del paro con una mano y, con la otra, pasan el cazo ante la empresa que los cobija.
Solo nuestra organización como clase nos permitirá enfrentar estos embates y conquistar lo que nos pertenece. Ahora, más que nunca, ¡Organízate y lucha!