Caminamos hacia una huelga que, si conseguimos que sea exitosa, paralizará la actividad de todas las empresas con servicio telefónico de atención al cliente. Supondrá un fuerte elemento de presión en la negociación de un convenio justo para las y los trabajadores del sector.
A principios del pasado mes, los sindicatos con mayor presencia en el sector de los contact center anunciaban de nuevo movilizaciones en el marco de la negociación del convenio colectivo, que alcanzaría a más de 90.000 trabajadores y trabajadoras. Esta negociación se alarga ya 20 meses, tiempo en el que la patronal (ACE, Asociación de Contact Center de España, perteneciente a la CEOE) ha mantenido bloqueado este nuevo convenio sin aceptar ninguna de las propuestas de las centrales sindicales, habiéndose propuesto así empeorar aún más las condiciones laborales y salariales de sus plantillas.
El sector de los contact center está compuesto en aproximadamente el 50% por jóvenes trabajadores y trabajadoras, menores de 35 años. También se trata de un sector altamente feminizado, suponiendo las mujeres un 70% del total. No es casual que se trate también de uno de los sectores más precarizados en nuestro país.
Ejemplo de la precariedad que se ha instalado en el sector es la alta tasa de temporalidad e inestabilidad del empleo. Los contratos temporales son la mayoría, alcanzando el 60% del total, y en muchos casos se encadenan, dependiendo de las campañas comerciales, haciendo que buena parte de las y los trabajadores vayan y vuelvan en cuestión de meses o incluso semanas. Es por ello que las centrales sindicales exigen la conversión a indefinidos de contratos anteriores a junio de 2010 y el aumento del número de indefinidos obligatorio por empresa.
Otro rasgo de la ínfima calidad de estos empleos es la jornada parcial no deseada, que supone en torno al 70% de los contratos. Hablamos, además, de unos salarios que giran en torno a unos 750€ mensuales. Y estos salarios, ya de por sí bajos, llevan congelados desde el año 2014. La patronal pretende que siga siendo así. Los y las trabajadoras demandan que se recupere la referencia al IPC y se incrementen las jornadas completas.
Pero además, el sector ha ido incorporando cada vez más a trabajadores y trabajadoras de ETTs (empresas de trabajo temporal) y empresas multiservicios, que ya suponen aproximadamente la mitad del total y que cobran salarios mucho más bajos, siendo el mayor exponente de la precariedad y con tendencia a ir a más. De ahí que se exija también la equiparación en derechos y condiciones al resto de los y las trabajadoras en el nuevo convenio, así como la limitación de la subcontratación.
Por otra parte, una de las mayores consecuencias de la precariedad, que se mueve entre los empleos y las vidas de sus trabajadoras, son las enfermedades laborales que padecen, muy presentes aunque no siempre sean reconocidas como tal; producidas por una enorme presión y difíciles de prevenir, y que van desde problemas en las cuerdas vocales y afonías, hasta problemas osteomusculares o estrés. Limitar los días continuados de trabajo y la distribución irregular de la jornada, o algo tan sencillo como mantener los cinco minutos de descanso visual por hora trabajada, son otras de las demandas de los y las trabajadoras que la patronal no está dispuesta a aceptar.
El sector de los contact center se convierte así en uno de los ejemplos paradigmáticos del empleo precario en el nuevo modelo productivo, donde la deslocalización, la externalización y la subcontratación son los pilares de los enormes beneficios de estas grandes empresas. Resulta por todo esto un enorme desafío organizar la movilización en este sector, pero allá donde hay precariedad surge la necesidad de organizarse sindicalmente. La organización se da cuando nos va, no sólo el empleo, sino la vida en ello.
El caso de los contact center nos puede hacer recordar varios datos arrojados por los últimos informes de la CEOE o la OIT, que sitúan a España como el tercer país con la tasa de temporalidad en el empleo juvenil más alta (70,4%), sólo por detrás de Eslovenia y Polonia, y como uno de los países europeos donde más gente joven con un empleo está en riesgo de pobreza y exclusión social, junto a Grecia y Rumanía (más del 20% de los jóvenes trabajadores en estos países vive en situación de exclusión social).
Por eso la juventud debe ser, en este punto, la columna vertebral de la organización, la movilización y la negociación. En realidad nos jugamos mucho más que un puesto de trabajo o unas mejores condiciones, está en juego un futuro y una vida dignas y debemos dar respuesta al discurso de la patronal de que esto es lo mejor que podemos tener. Su intransigencia y sus beneficios a costa de nuestros trabajos extremadamente precarios no debe hacer más que reafirmarnos en la necesidad de la lucha de la clase obrera.
Los paros parciales del 22 y el 29 de septiembre han supuesto un paso más en esta lucha y se han llevado a cabo con éxito: en algunas empresas el seguimiento ha rozado el 80%, y aunque en otras haya sido menor, la previsión para la huelga de 24 horas convocada para el 6 de octubre es buena. Caminamos hacia ella sabiendo que podemos ser la punta de lanza de la lucha contra la precariedad en este nuevo modelo que amenaza con convertirnos en trabajadores y trabajadoras pobres.
Las fechas elegidas no son casuales. Coinciden con el anuncio de la empresa EXTEL (grupo Adecco) de un ERE de extinción de contratos por el que cientos de trabajadores y trabajadoras podrían perder sus puestos de trabajo e irse a la calle.
Así que colgamos los cascos. Y lo hacemos por un convenio justo para una vida digna.