Durante los últimos años, y aunque no sean nuevas, las diferencias entre la UJCE y el PCE se han hecho todavía más evidentes. Entendemos que, en un primer momento, esto puede resultar difícil de entender, pues afirmamos al primero como nuestro referente partidario. Sin embargo, dichas diferencias consideramos que son comprensibles —y, de hecho, imprescindibles— si se atiende al contexto que atraviesa hoy la lucha de clases. Pretendiendo que se comprenda lo que, consecuentemente, no son desplantes arbitrarios a la política del PCE, sino muestras de nuestra iniciativa por formarnos políticamente para rearticular la organización revolucionaria del proletariado, explicamos a continuación los fundamentos más básicos de nuestro proyecto de reconstrucción del Partido Comunista y por qué estos justifican y han de seguir vertebrando la independencia de la UJCE respecto del PCE.
A nadie se le escapa que, hoy, el proletariado no dispone todavía de una herramienta mediante la que impulsar y desarrollar la revolución, es decir, no ha acometido definitivamente la reconstrucción del Partido Comunista. Una organización que materialice orgánicamente la independencia política del proletariado, que sea hegemónica entre las masas y que ejerza de vanguardia a la hora de constituir y amplificar un poder enfrentado al burgués hasta la victoria definitiva sobre este. El hecho evidente de que hoy estamos muy lejos de conseguir lo anterior explica por qué nuestro trabajo no puede limitarse a un fortalecimiento estrictamente organizativo de la actual estructura del PCE, como si el problema residiera en actualizar un censo, en enviar a tiempo las actas o en hacer un cartel estéticamente decente. La reconstrucción del Partido Comunista implica un proceso de rearticulación integral de la organización revolucionaria, barriendo las desviaciones legadas por décadas de derrota del comunismo; esta, más necesaria que nunca conforme nos hundimos en la barbarie capitalista, es la única alternativa a la misma. Así, la independencia de nuestra organización debe entenderse también como la de una nueva generación de jóvenes proletarias que han crecido materialmente en la crisis capitalista y que, como se está viendo, se están formando políticamente en la crítica a sus formas políticas. Las consecuencias de la agudización de la crisis, la ofensiva capitalista sobre el proletariado y la gestión que de esta última hace una socialdemocracia en decadencia para su desarrollo genera oportunidades que, no obstante, no serán aprovechadas hasta que no nos dotemos de una organización y estrategia independientes.
Consideramos que las jóvenes comunistas tenemos mucho que aportar en este sentido y que la mejor forma de hacerlo es mantener y ampliar la capacidad de nuestra organización para enriquecer el proceso de reconstrucción como Escuela de Cuadros. Nuestra generación ha vivido el desvanecimiento material de las eternas promesas de la socialdemocracia, centralizadas en un capitalismo sin contradicciones, así como el agotamiento de las formas político-organizativas que se desplegaban desde estas. Por lo tanto, creemos que este es un escenario que no podemos desperdiciar para desembarazarnos de una cultura política estructurada en base a la nostalgia de un pasado supuestamente idílico. Cuando miramos a nuestro alrededor, vemos cómo estas mejores condiciones para comenzar a desnaturalizar el dominio del capital y romper con la hegemonía reformista se están evidenciando y realizando ya en distintos espacios y estructuras de organización de la juventud proletaria, lo que redunda en la necesidad de que la Juventud Comunista aborde este contexto asumiendo más responsabilidad y capacitación para aportar al proceso de reconstrucción del Partido Comunista.
Por el contrario, durante los últimos meses se está caminando justamente en la dirección inversa, llegando a cuestionar plenamente la razón de ser la Juventud Comunista como Escuela de Cuadros para la reconstrucción del Partido Comunista. Esta, que se remonta a un VI Congreso (1993) en el que asumimos el reto de recuperar un leninismo denostado por el Partido y que debía ser motor para su reconstrucción como herramienta revolucionaria, tiene en su base la independencia organizativa de la Juventud Comunista. Esta misma independencia es la que ha permitido una depuración accionada por la autocrítica y la lucha contra el oportunismo en el seno de la organización con un acierto cada vez mayor. Debemos pensar que, si el Partido está por reconstruir, la forma de hacerlo no puede contemplar la limitación de su Escuela de Cuadros a los márgenes de su práctica y estrategia reformistas. Por ello, la independencia es una condición sine qua non de las posibilidades de la reconstrucción.
En consecuencia, como organización reivindicamos la noción de reconstrucción y, de su mano, el reconocimiento de nuestra independencia para encarar esta tarea. Todo lo que no satisfaga esto y se vierta en forma de represión de los acuerdos colectivos alcanzados de manera independiente, consideramos que no hace más que estrechar las posibilidades de reconstrucción del Partido, en tanto que, sin una Juventud Comunista independiente, el Partido Comunista de España no puede ni aspirar a constituirse como un partido revolucionario.
Comité Central de la Juventud Comunista
11 de marzo – Madrid