No es frecuente que el tema de conversación habitual en una sociedad pivote en torno a lo que no hay y, sin embargo, ocurre: la cuestión del acceso a la vivienda está presente en cada uno de los ámbitos de nuestra vida cotidiana en los que socializamos, tiene un interés creciente en las programaciones de los medios de comunicación e incluso observamos que se trata de importante factor de movilización social. Esto se debe, claro está, a la la centralidad que tiene la preocupación por la falta de acceso a la vivienda en la vida de la clase trabajadora. Es por este motivo que, desde la Juventud Comunista, hemos decidido publicar una serie de tres artículos desde los que abordar esta cuestión central para nuestra clase.
No es difícil entender que la llave que nos abre la posibilidad de organizar una vida que adquiera unos mínimos rasgos de independencia pasa necesariamente por el acceso al uso de una vivienda con unas condiciones básicas de habitabilidad; pues, al fin y al cabo, es, ni más ni menos, el centro sobre el que basamos nuestra vida. No obstante, esa llave, lejos de estar al alcance de la mano, cada vez está más lejos del alcance de la clase trabajadora en España en general, y de su juventud en particular.
En efecto, si atendemos al último Observatorio de Emancipación elaborado por el Consejo de la Juventud de España los datos son demoledores: el 83% de los jóvenes de entre 16 y 29 años no están emancipados, situándose la edad media de emancipación nada menos que en los 30,4 años[1]; pero es que, además, aquellos “afortunados” que han conseguido salir del núcleo familiar deben hacer frente a una auténtica carrera de obstáculos que cada vez se pone más cuesta arriba.
En una sociedad como la actual, regida por el modo de producción capitalista, la vivienda adopta la forma de mercancía —al igual que el resto de los bienes de consumo. Esto provoca que el acceso a la vivienda, en lugar de ser un derecho básico para poder vivir con unos mínimos estándares de dignidad, se nos presenta ligado al ánimo de lucro. Dicho de otro modo, todo aquello que necesitamos para vivir, incluso en aquellos casos en los que —como la vivienda— representan bienes de primerísima necesidad, únicamente los podremos obtener si nuestra capacidad económica nos lo permite y, además, por el camino alguien (llámese casero, constructora, inmobiliaria, banco o prestamista) puede enriquecerse.
Ello explica que, según cifras del portal Idealista en los últimos cinco años el precio del metro cuadrado en alquiler creció nada menos que un 28,43%[2] (por poner en contexto, en el mismo periodo el salario medio sólo aumentó un 15,4%[3], lo que no sólo da muestra de la pérdida de poder adquisitivo, sino de la cada vez más pesada carga que supone la vivienda para quienes dependemos únicamente de nuestro trabajo para vivir). Sólo en el último año, el precio del alquiler aumentó un 9,8%.
Si de lo que hablamos es de acceder a la propiedad de una vivienda, la situación ya pasa de trágica a dantesca, no solamente por su paralelo encarecimiento (casi un 27% según el mismo portal), sino porque directamente la simple idea de que se nos conceda un crédito hipotecario adquiere rápidamente el calificativo de esperpéntico. El propio Banco de España ha publicado en los últimos meses varios informes[4] —el último este mes de enero, hace apenas unos días[5]— sobre los que merece la pena centrar la atención.
El propio supervisor, al analizar los efectos de la política contractiva ejecutada por el Banco Central Europeo, señalaba que en el tercer trimestre de 2024 era necesario, en promedio, destinar íntegramente nada menos que 7,2 años de salario para poder comprar una casa, resaltando además que el 61% de los hogares en alquiler o vivienda cedida no disponía del ahorro necesario para poder hacerlo en el mismo municipio (y a casi la mitad de los que sí podían les supondría un sobreesfuerzo).
Hay que tener en cuenta que este panorama, ya de por sí terrorífico, ni siquiera toma en consideración el hecho de que el salario medio de la juventud es significativamente inferior al de otros sectores de la clase trabajadora. No digamos ya si, además, se trata de una juventud obrera discriminada por razones sexistas o raciales.
Un ejemplo de esto último lo encontramos analizando la situación de modelos de familia más allá del núcleo familiar tradicional. Así, sabiendo que el 81,35% de los hogares monoparentales están encabezados por mujeres, nos encontramos un panorama en el que, en más de un tercio de los casos, el pago de la vivienda implica una condena a rebajar el umbral de la pobreza, un dato que escala nada menos que hasta el 59,25% si centramos el foco en el alquiler[6].
De igual manera, el problema de la vivienda también entiende de xenofobia y racismo; algunos de los ejemplos más llamativos son el hecho de que, mientras que el hacinamiento afectaba al —ya de por sí alarmante— 17% de la población, en el caso de las personas afrodescendientes esta cifra se eleva hasta nada menos que el 45%. De igual manera, en el caso de la población gitana, el 32% de las viviendas presentan deficiencias graves (como goteras, humedades o podredumbre)[7].
Por otra parte, como se ha señalado anteriormente, el hecho de que la vivienda privada sirva como un activo real a través del cual canalizar las inversiones y especular explica que, en un contexto en el que la rentabilidad en los mercados financieros pueda verse comprometida, los capitales privados reorienten sus carteras de inversión hacia el “ladrillo”. No es para menos, mientras que el Nasdaq-100 (el índice bursátil que engloba las 100 mayores empresas tecnológicas de Estados Unidos) ofrece una rentabilidad anual del 21,4%, el alquiler de un piso en la ciudad de Madrid alcanza el 25,9%[8].
Este uso mercantil de la vivienda en el que, como hemos visto, su acceso está cada vez más alejado de clase trabajadora, y tiene unas preocupantes raíces sexistas y raciales, es el causante de fenómenos tan visibles en nuestro día a día como el de la turistificación. Efectivamente, a raíz del auge de plataformas como Airbnb los rentistas han puesto el ojo sobre la extrema rentabilidad de la vivienda turística (un 254% más rentable que el alquiler de larga duración), produciéndose un auténtico boom en este tipo de usos habitacionales que han provocado una enorme carestía de la vivienda en zonas turísticas, destacando los casos de Andalucía, País Valencià, Cataluña y Canarias; en muchas de las ciudades de estas regiones se está produciendo un verdadero éxodo de población obrera para mayor gloria del rentismo.
Esta es, en definitiva, el cada vez más difícil panorama al que se enfrenta la juventud trabajadora, para la cual el derecho a un techo se ha transformado en un lujo completamente inaccesible. Una juventud trabajadora a la que, como vemos, figurada y literalmente, cada vez se nos cierran más puertas.
Ante este problema, las diferentes corrientes burguesas proponen múltiples “soluciones”. Sin embargo, es necesario un análisis para discernir qué propuestas verdaderamente responden a los intereses de nuestra clase y cuáles no son más que una patada hacia delante.
[1] https://www.cje.org/observatorio-de-emancipacion/#
[2] https://www.idealista.com/sala-de-prensa/informes-precio-vivienda/alquiler/
[3] https://www.elindependiente.com/economia/2024/07/08/cual-es-el-salario-medio-por-actividad-profesional-en-espana-en-2024/
[4] https://www.bde.es/f/webbe/GAP/Secciones/SalaPrensa/IntervencionesPublicas/DirectoresGenerales/economia/Arc/Fic/IIPP-2024-04-23-gavilan2-es-or.pdf
[5] https://www.bde.es/webbe/es/estadisticas/compartido/datos/pdf/si_1_5.pdf
[6] https://provivienda.org/observatorio/consecuencias-del-problema/dificultades-economicas/
[7] https://www.provivienda.org/wp-content/uploads/Informe_Discriminacion-racial-en-el-ambito-de-la-vivienda-y-los-asentamientos-informales.pdf
[8] https://www.economiadigital.es/economia/ayuso-vs-nvidia-rentabilidad-inmobiliario-madrid-supera-nasdaq.html#:~:text=Con%20todos%20los%20datos%2C%20el,es%20el%2021%2C4%25.