El problema de la vivienda no es nuevo, como tampoco lo son los sucesivos parches que la socialdemocracia ha ido proponiendo para posponer su resolución definitiva. Este conflicto sienta sus bases en la estructura de la propiedad inmobiliaria en nuestro estado, que comienza a establecerse durante el régimen franquista, pero que se desarrolla y adquiere su aspecto actual a través de una sucesión de leyes de suelo y de vivienda aprobadas por sucesivos gobiernos desde la Transición Española. Este desarrollo legislativo da lugar a un mercado en el que el acceso a la propiedad de la vivienda tiene un papel fundamental, tanto a nivel económico como ideológico, por más que, en años recientes, esté creciendo el porcentaje de viviendas en alquiler en el Estado.
Esta centralidad del acceso a la propiedad alimenta una tendencia especulativa con la vivienda que favorece el crecimiento del crédito y el aumento de los beneficios especulativos de bancos, constructoras, inmobiliarias… Pero tal tendencia muestra su contraparte de la manera más cruda con la llegada de la crisis de 2008.
El conflicto de la vivienda sienta sus bases en la estructura de la propiedad inmobiliaria en nuestro estado, que comienza a establecerse durante el régimen franquista, pero que se desarrolla a través de una sucesión de leyes de suelo y vivienda aprobadas por sucesivos gobiernos desde la Transición
Ya desde comienzos de los 2000, el Movimiento por una Vivienda Digna comienza a señalar el problema de la burbuja inmobiliaria, lo que llevará, con el paso del tiempo, al nacimiento de una serie de plataformas que son, a su vez, el germen del que nace la PAH, una vez estalla la crisis económica y, con ella, la burbuja inmobiliaria. Las propuestas que lanzan estas plataformas están vinculadas tanto al acceso a la propiedad de la vivienda como a las consecuencias que ha tenido la especulación sobre este acceso, siendo una de las fundamentales la proliferación de los desahucios una vez que la crisis impide el pago de la hipoteca a un elevado número de hogares. Pruebas de esta vinculación son sus principales reclamaciones, la dación en pago como cancelación de la deuda hipotecaria y la lucha contra los desahucios por impagos hipotecarios. Sin embargo, y, a pesar de que emplean métodos de desobediencia civil para parar los desahucios, el grueso de su lucha se centra en la consecución de reformas legislativas y la resolución técnica de los problemas, mediante asesorías y acciones jurídicas.
Con todo, la PAH, si bien es capaz de alcanzar algunas victorias parciales, no llega a organizar un movimiento por la vivienda que alcance el conflicto en su totalidad, precisamente por no avanzar, en muchos lugares, más allá del discurso hegemónico sobre el acceso a la propiedad de la vivienda; descuidando, así, los problemas a los que se enfrentan quienes ni siquiera alcanzan a permitirse este extremo.
Con el pasar de los años, dado el creciente interés de las entidades financieras y los fondos de inversión por el más lucrativo mercado del alquiler, se generaliza un acceso cada vez más precario a la vivienda, especialmente- pero no solo- entre las generaciones jóvenes. El conflicto vinculado a las hipotecas llega a restringirse a un sector concreto de la población, dejando fuera a sus capas más empobrecidas. Estas se ven obligadas a alquilar una vivienda, sea de manera individual o, muchas veces, compartiendo piso. Así, de las propias PAH y otras organizaciones del movimiento por la vivienda, y bebiendo de otras experiencias europeas, surgen en varias ciudades del Estado los Sindicatos de Inquilinas. Estas organizaciones se construyen sobre el sujeto del inquilino, en un momento en que la subida de los precios del alquiler se desboca- especialmente durante la pandemia de Covid- y, con ella, se generalizan los desalojos en viviendas alquiladas.
Los objetivos que se plantean los Sindicatos de Inquilinos pasan por el control de los precios del alquiler, la promoción de un mayor parque de vivienda pública y el impulso al alquiler social. Con todo, estos Sindicatos muchas veces vuelven a caer en el mismo problema que ya señalamos en el caso de las PAH, esto es, una fuerte dependencia técnica, derivada del peso que tienen, en sus reclamaciones, las que tienen que ver con la acción jurídica y legislativa.
Ni las PAH, ni los Sindicatos de Inquilinos ni los de Barrio han logrado superar realmente la separación que se da entre activistas y afectados
Actualmente, estos frentes conviven con los más recientes Sindicatos de Barrio y Sindicatos de Vivienda, que se organizan atendiendo a la territorialidad de la lucha de clases, tratando no solo cuestiones relacionadas con el acceso a la vivienda sino también con la turistificación de los barrios, por cómo esta afecta a las condiciones de acceso a la vivienda. Estos Sindicatos de Barrio recogen la acción sindical preexistente en el movimiento vecinal y tratan de vincular su programa con las necesidades de las capas más empobrecidas de la clase trabajadora. Frente a propuestas anteriores, los Sindicatos de Barrio rechazan la interlocución institucional y apuestan más decididamente por la acción directa para imponer sus reclamaciones.
Con todo, ni las PAH, ni los Sindicatos de Inquilinos ni los de Barrio han logrado superar realmente la separación que se da muchas veces entre sus miembros, entre activistas y afectados. Existe en todos estos espacios una gran diferencia entre quienes llevan a cabo el trabajo y elaboran sus programas, acciones y reivindicaciones y las personas que se acercan a ellas en busca de una solución para su situación particular, profundizándose así la brecha entre especialistas o intelectuales y afectados; entre estructura y base afiliativa. Junto con esto, es común, por los ritmos que impone la lucha, y la todavía escasa fuerza cuantitativa de estas organizaciones, que trabajen caso por caso, viéndose muchas veces obligadas a aparcar sus programas y reclamaciones, y, en general, sus planes a largo plazo.
No cabe duda de lo acuciante que es el problema de la vivienda en nuestro Estado. Tampoco se puede negar que existe una respuesta popular al problema, articulada por toda una serie de frentes que atienden diversos aspectos de este. Se da el caldo de cultivo para un proceso de acumulación de fuerzas que desemboque en un movimiento que realice una crítica a la totalidad del sistema que ha alimentado el problema de la vivienda. Sin embargo, para que este potencial presente se transforme en un movimiento real en el porvenir, debemos señalar sus limitaciones y trabajar por superarlas. A esto dedica sus esfuerzos la Juventud Comunista en su trabajo codo con codo junto a las organizaciones del Movimiento por la Vivienda.
El problema de la vivienda tiene un marcado componente de clase, pues afecta, en mayor medida, a la clase obrera, y, particularmente, a sus estratos más empobrecidos
El problema de la vivienda tiene un marcado componente de clase, pues afecta, en mayor medida, a la clase obrera, y, particularmente, a sus estratos más empobrecidos. Desde esta perspectiva, y tome la forma que tome en cada caso particular el problema, nos encontramos ante una dificultad para satisfacer una necesidad básica, esto es, el acceso a una vivienda. La satisfacción de esta necesidad se produce mediante la adquisición de una mercancía muy concreta. Y sea en forma de propiedad o de alquiler, el principal impedimento para el acceso a la vivienda tiene que ver con su carácter como elemento especulativo en manos de diversos sujetos rentistas, ya sean estos bancos, inmobiliarias, grandes o pequeños tenedores de vivienda. La contradicción que se produce entre quienes necesitan acceder a este bien y quienes especulan con él es la base de la solidaridad de todos los que se encuentran en el primer término de la ecuación, pues únicamente esta organización solidaria, la unión de los desposeídos, permitirá rebajar los precios de la vivienda para todos. Desde esta perspectiva, la separación que aparentemente existe entre los propietarios y los inquilinos, en cuanto a su necesidad de acceder a la vivienda, no es tal. Debemos luchar por reforzar los lazos que unen las luchas de los afectados por la hipoteca y por los alquileres, entendiendo que el enemigo de ambos es, en esencia, el mismo: los especuladores de toda laya.
De la misma manera, no podemos disociar la lucha por la vivienda de la lucha que, en general, se desarrolla en los barrios, en tanto que extensión del espacio habitado más íntimo. Los Sindicatos de Barrio aciertan al señalar cómo la turistificación de los barrios, un elemento más de la gentrificación, afecta al acceso a la vivienda en ellos, al contribuir a una subida de precios que solo beneficia a los especuladores. Una vez más, este problema no solo afecta a quien alquila piso, ya que la subida del precio por metro cuadrado se nota igualmente en los pisos en venta. Atender, pues, exclusivamente al aspecto más privado del problema de la vivienda impide profundizar en el problema general, condenándonos a una lucha asistencialista en que, caso por caso, unos negociadores especialistas tratan de posponer la pérdida de una u otra vivienda empleando el método que sea. La lucha por la vivienda trasciende cada piso y cada edificio y se implanta así en el territorio, barrio por barrio y ciudad por ciudad, subrayando la sima que separa a los desposeídos de los especuladores.
Debemos entender, eso sí, que el conflicto de la vivienda no se puede resolver teóricamente, sino que tiene un contenido práctico insoslayable. El trabajo principal que corresponde a los frentes que se insertan en el movimiento por la vivienda es eminentemente práctico. Hay que alejarse de tendencias teoricistas que pretenden resolver de antemano el problema, llegando hasta el fondo del asunto a través de la profundización teórica y descuidando la resolución de los casos prácticos. Tan poco eficaz es perderse en la práctica cotidiana sin un plan a largo plazo como dedicar todo nuestro tiempo a perfilar un programa mientras somos incapaces de resolver los problemas inmediatos de nuestra clase. La relación entre las dos cuestiones debe ser dialéctica y no mecánica, pues solo la práctica verificará que estamos dando los pasos adecuados y nos ayudará a corregir nuestros errores de planteamiento. Mediante esta unión de teoría y práctica podremos diluir la barrera que existe entre activistas y afectados.
Superar la parcelación que actualmente sufre el movimiento depende de la lucha política e ideológica contra la socialdemocracia, contra su visión del problema y las soluciones organizativas que le corresponden
Vemos, pues, que, en el movimiento por la vivienda es necesario avanzar hacia la unidad de todos los afectados, superando la parcelación de un conflicto que trasciende sus manifestaciones particulares. Esta superación debe dar lugar a una unidad orgánica y no a la simple colaboración entre plataformas, que conduce al reparto de negociados y el desarrollo de contradicciones que imposibilitan la elaboración de un programa común a largo plazo.
Esta unidad orgánica a lo largo del movimiento por la vivienda está fuertemente relacionada con el papel que este debe jugar en la lucha contra el capital y contra sus manifestaciones políticas e ideológicas. Superar la parcelación que actualmente sufre el movimiento depende de la lucha política e ideológica contra la socialdemocracia, contra su visión del problema y las soluciones organizativas que le corresponden, asociadas claramente a la lucha institucional y jurídica y generadoras de la brecha entre afectados y activistas. Esta lucha se debe dar a lo interno de los frentes actualmente existentes, pues la ruptura con la política socialdemócrata es un proceso de lucha ideológica y de superación de las contradicciones a las que nos enfrentamos en la actividad práctica. Sin embargo, no debemos temer las implicaciones que esta lucha pueda tener, y aun cuando trabajamos por la unidad, debemos asumir la posibilidad de que haya contradicciones insalvables a lo interno de algunos espacios, en los que la escisión será una inevitable premisa para el avance en esta lucha.
Debemos aspirar a que ese frente unitario por la vivienda sea una herramienta al alcance de cada obrera en nuestro país, con fuerza y capacidad para torcer el brazo al capital; una verdadera institución proletaria
Por otra parte, la unidad orgánica de las expresiones de lucha por la vivienda, tal como se da en la actualidad, no será suficiente para confrontar y resolver el conflicto. Precisamente porque la resolución del conflicto de la vivienda es y debe ser eminentemente práctica, la unidad es una premisa, pero no el fin del proceso de lucha. Debemos aspirar a que ese frente unitario por la vivienda al que aspiramos sea una herramienta al alcance de cada obrera en nuestro país, una fuerza accesible e implantada socialmente, con fuerza y capacidad para torcer el brazo del capital; una verdadera institución proletaria, en fin. De este deber nace la necesidad de implicar al conjunto de la clase obrera en el refuerzo organizativo de sus expresiones de clase.
De la misma forma, la lucha por la vivienda se implanta en una lucha general contra el sistema que engendra este conflicto, y, en este sentido, debe avanzar hacia la unificación con otras expresiones de clase que se enfrentan al capital, confluyendo bajo un programa único hacia el socialismo. Esta unificación se podrá dar en la medida en que el movimiento profundice en su definición estratégica, por lo que este debate se convierte en un punto central de las tareas que las comunistas nos marcamos en torno a la lucha por la vivienda.
La Juventud Comunista se encuentra en un proceso de debate y concreción de los caminos por los que los objetivos que aquí señalamos se deberán llevar a la práctica. A través del estudio de la relación entre nuestra posición en el modo de producción capitalista y el principio de la Asociación, y de la profundización en los conceptos de Poder Obrero y Contrapoder, avanzamos en la definición de los medios que liberarán todo el potencial que la lucha por la vivienda encierra.
En cada asamblea, en cada frente, en cada lucha en que las comunistas avanzamos junto con la clase obrera, no perdemos de vista nuestro objetivo final.
¡Rompamos la cerradura que nos separa de nuestra emancipación!