Nos acercamos, como cada año, a las fechas en las que las estudiantes de 2º de Bachillerato tienen que hacer frente durante tres días a la Selectividad, también conocida como EBAU o ABAU. Sin embargo, estos exámenes están presentes durante todo el curso, pues la docencia en las aulas queda completamente supeditada a la preparación de un examen en junio, asumiendo unos ritmos frenéticos con el objetivo de llegar a terminar el temario de cualquier modo.
Este método pedagógico, basado en la memorística, obvia otro tipo de aptitudes que pueden presentar las estudiantes, así como su potenciación. El trabajo realizado durante todo el curso, tanto por la estudiante como por la profesora, queda reducido así a la realización de una prueba enmarcada en tres jornadas en las que las estudiantes se enfrentan a una gran presión, agobio y nervios. Este modelo es el que pretendió reproducir el gobierno del Partido Popular mediante las reválidas en los cursos 6º de Primaria y 4º de la ESO, en el marco de la LOMCE; sin embargo, la lucha de la Comunidad Educativa forzó a su paralización, estando de momento “congeladas”.
Estos exámenes tienen una finalidad clara dentro de un sistema educativo supeditado al capitalismo: segregar a las estudiantes. Para empezar, incrementan el coste de los estudios, pues el “derecho” a la prueba está sujeto al pago de una tasa. No obstante, la importancia de la condición socioeconómica de cada familia es mayor a la hora de que la alumna pueda asistir a clases de refuerzo extraescolares, pues estas no son ofertadas por los centros, restando como única alternativa la inscripción en academias privadas a las que las hijas de la clase trabajadora difícilmente pueden acceder. Por lo tanto, tanto las reválidas como la Selectividad son un obstáculo más en la carrera de fondo que deben superar las estudiantes de extracción obrera.
El modelo de evaluación final estandarizada, a mayores, deslegitima la función de la docente, a pesar de que sea ella la que mantiene el contacto directo con la estudiante durante todo el curso. No podemos olvidar que es también la profesora la que conoce otros aspectos de la alumna más allá de su rendimiento en un examen, como puede ser su progreso o el contexto y las necesidades concretas de cada una. Sin embargo, el actual modelo educativo prima la estandarización de los conocimientos, pues esta es mucho más funcional al capital.
Por último, el sentido de la selectividad sume al estudiantado en una espiral de valores liberales y patriarcales como la competitividad y el individualismo que lo divide y lo aleja de valores colectivos basados en la solidaridad y cooperatividad y, en consecuencia, de su organización sindical orientada a la defensa de sus intereses.
Ante todo ello, solamente podemos plantear unas reivindicaciones necesarias y contrarias al modelo imperante.
Empezando por una equiparación económica y de financiación entre todos los distintos centros, eliminando el desigual reparto de fondos para que la extracción socioeconómica de las familias y la situación barrial y vecinal de los institutos no supongan una disociación entre el alumnado y sus posibilidades en función de su procedencia.
Frente a todas las barreras interpuestas y proyectadas, defendemos su supresión en favor de una evaluación continua desde los primeros ciclos obligatorios hasta la enseñanza media postobligatoria incluida. Esto traerá un cambio de ritmos y dinámicas, alejadas del mecanicismo y la repetición hacia una ordenación lógica y con reparto regular de contenidos, sin tener que adaptar materias a un esquema concreto de examen tipo final.
Una atención más individualizada al alumnado, conjugada con la implantación de un carácter colectivo de la enseñanza frente al individualismo y competitividad de las reválidas permitirá un desarrollo más gradual de todo el alumnado y la adaptación de las materias y el método a sus necesidades concretas, reduciendo el abandono escolar (interrelacionado con el actual modelo).
A su vez es necesaria una mayor libertad y apoyo a la docencia que rompa con la concepción del profesorado como mero transmisor acrítico y acelerado de contenidos, sino otorgar a su figura la posibilidad de desarrollar el temario con mayor holgura, priorizando el debate y la crítica sobre la asepsia mecánica e incluso pudiendo especializar su práctica a la realidad de su grupo de estudiantes.
Todo esto sólo sería posible desde un planteamiento colectivo, desde un nuevo Modelo Educativo que defendemos, debatido y redactado desde la base de toda la Comunidad Educativa, como un consenso racional frente a la arbitrariedad y la lógica del mercado que impregna el actual sistema: un Modelo Educativo para la clase trabajadora, y no para el capital.
Ante sus barreras y su segregación: ¡organización y lucha estudiantil!