Durante el año 2020 hemos visto cómo el colectivo LGTB ha sido atacado y agredido. Ser LGTB y mostrarlo públicamente sigue siendo un tabú en nuestra sociedad: los centros de trabajo, los barrios y los centros de estudio, es decir, allí donde la clase trabajadora pasamos la gran parte del día, no son espacios seguros.
Pese a los tímidos avances en las relaciones laborales, las personas LGTB no podemos mostrar nuestra orientación o identidad sexual fuera de la heteronormatividad, y,en el caso de hacerlo, viviremos en situación de desigualdad respecto al resto de compañeros y compañeras.
La derecha durante todo este tiempo ha tenido muy claro el objetivo de burla y de desprecio hacia el colectivo, no solo por su orientación sexual o su identidad de género, sino por ser de clase trabajadora. Se han centrado en atacar las conquistas conseguidas tras décadas y décadas de luchas: para la reacción, superar la familia tradicional es algo que ataca directamente a su concepción nacional católica y patriarcal. Para ellos es peligroso que nos atrevamos a cuestionar las concepciones tradicionales de la familia, pues es uno de los pilares del sistema capitalista y de propiedad.
Este Orgullo 2020, marcado por la falta de manifestaciones por la situación sanitaria, debemos ser conscientes de que somos objeto de agresiones y que, por ese motivo, no debemos quedarnos calladas. Debemos mantener las victorias del pasado, recordar a nuestras referentes y continuar luchando por nuestros derechos.
Debemos mostrar nuestro apoyo a las mujeres trans, que han sido objeto de críticas y agresiones durante los últimos meses. No podemos perder de vista el objetivo de construir el socialismo y trabajar para conseguir una sociedad sin clases, sin géneros y sin opresiones por tener una u otra orientación sexual. En definitiva, el objetivo de construir un mundo en el que seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres.