En el mes de noviembre, más concretamente el 25, celebramos el Día Internacional contra la Violencia de Género. Desde hace unos años hemos aprendido que la violencia de género son aquellas agresiones ejercidas de un hombre a una mujer, simplemente por el hecho de ser mujer y dentro de una relación de pareja o donde pudo haber habido un vínculo afectivo entre ambos. O al menos es lo que señala la actual ley contra la violencia de género en España.
Pero si esta ley defectuosa ya arrastraba errores e inconvenientes, el gobierno del Partido Popular ha anunciado que pretende cambiar la fórmula para contabilizar a las víctimas de violencia de género, computando aquellas que han sido hospitalizadas durante más de 24 horas.
Es decir, en el caso de haber sufrido golpes, empujones, patadas, mordiscos o cualquier otro daño causado con las manos u objetos por parte de tu pareja, si no has pasado más de 24 horas ingresada, en el mejor de los casos él solo recibirá una falta administrativa y vuelta a empezar. Si tu pareja te ataca mediante insultos, humillaciones, desprecios o amenazas, si no has pasado más de 24 horas ingresada, otra falta administrativa y a casa. Si te controla económicamente, si te dificulta el acceso al mercado laboral, si no puedes ver a tu familia y, en definitiva, si te ves obligada a depender de él, si no has pasado 24 horas ingresada, solo te quedará callar y aguantar. Aunque hay otra manera de aparecer en las estadísticas mensuales como víctima de violencia de género: si has sido asesinada por parte de tu pareja o ex-pareja. Paradójico, ¿no crees?.
Sin embargo, si de verdad queremos hacer un análisis más completo de la violencia de género, y no sólo analizarlo en términos de violencia directa de manera individualizada, ésta abarca muchas más cuestiones que las que estamos acostumbradas a escuchar. A la existencia misma del patriarcado históricamente existente, el capitalismo vimos cómo desarrolló, generalizó y profundizó circunstancias tales como la feminización de la pobreza, la división sexual del trabajo, la precariedad laboral, entre muchísimas otras cuestiones.
En los últimos años, los gobiernos al servicio del capital están eliminando muchos derechos que con tanto esfuerzo y sudor habíamos logrado constituir, entre ellos muchos directamente relacionados con la igualdad de derechos entre hombres y mujeres o los derechos propios de la mujer.
La división sexual del trabajo determina, entre otras cosas, que sean los hombres los propietarios de los medios de producción. Esto quiere decir que mientras que este sistema, por un lado, empuja a las mujeres al ámbito de la reproducción (del cuidado del hogar), por otro lado, las empuja a formar parte de un mercado laboral sexista que determina que las mujeres sean remuneradas con salarios más bajos, trabajos descalificados socialmente, etc. ¿No es esta otra forma de violencia de género?.
De igual manera, las mujeres tienen que asumir un doble rol: amas de casa y trabajadoras, teniendo menos tiempo para si mismas, ya sea para su formación adicional, actividades de diverso ámbito, etc. Esto crea una crisis de identidad que termina desembocando en una actitud que identifica la actividad laboral femenina en el intento por combinar empleo y su función dentro de la familia, a veces a costa de ser una “superwoman” y de autoexplotarse en una situación difícilmente insostenible. ¿No es esta otra forma de violencia de género?
El sistema de dominación patriarcal se basa en el matrimonio, asegurando la propiedad de los hijos y por tanto la herencia paterna. La libertad sexual de las mujeres pondría en peligro este modo. Este control de la economía por parte de los hombres supone asimismo el control sobre las mujeres y forja la dependencia económica de estas hacia sus maridos, suponiendo para las mujeres obreras un incremento diferencial en su explotación. ¿No es esta otra forma de violencia hacia las mujeres?
Con el aumento del paro entre la juventud del Estado español, se ha visto incrementado el ejercicio de la prostitución, ya no solo entre jóvenes, sino también entre amas de casa cuyos maridos se encuentran en situación de desempleo de larga duración. En 2012, más de 2.000 personas comenzaron a prostituirse, siendo un 18% jóvenes de entre 18 y 24 años. ¿No es el aumento de la prostitución otra forma más de violencia de género?.
Es por todo esto y más, que debemos darnos cuenta de que un gobierno que pretende reformar la ley del aborto volviendo a tiempos pasados, que dispone la integridad del feto sobre los derechos de las mujeres, que excluye a mujeres lesbianas y solteras de los tratamientos de inseminación artificial o que excluye a las mujeres migrantes de la sanidad pública, que pisotea la libertad de expresión de las mujeres y el derecho a decidir sobre su cuerpo, no es más que un gstado que reproduce y reafirma la violencia de género.
Este 25 de noviembre debemos tenerlo claro, debemos salir a la calle y gritar basta:
Si cargan contra nuestros derechos, Nosotras golpearemos hasta vencer.