Este Día Internacional de la Clase Trabajadora, la juventud obrera seguimos siendo testigos de cómo, una vez más, las consecuencias económicas de las crisis recaen sobre nuestros hombros frente a la protección de los beneficios privados por parte del Estado. La lógica de explotación del capital antepone estos beneficios a nuestra salud y nuestras vidas, tal y como muestran las trágicas cifras de muertos y numerosos accidentes laborales. Una vez más, queda demostrado que en este sistema no se priorizan los derechos de nuestra clase. Es por ello que la lucha por la emancipación de la clase trabajadora frente a la explotación capitalista sigue igual de vigente.
Mucho se ha hablado de los ERTE como mecanismo económico de solución de nuestros problemas de manera temporal. No podemos obviar que este parche tiene una importancia muy relevante como mecanismo ideológico sirviéndose del “repartir esfuerzos” entre todas. Frente a este planteamiento, nosotras tenemos claro que esto no es así: que los beneficios de las grandes empresas queden salvaguardados, implican nuestra miseria y la profundización de nuestras precarias condiciones de vida.
Ha faltado una clara apuesta por hacer que esta crisis la pague la oligarquía contraponiendo nuestros intereses de clase en pro de los suyos, poniendo de manifiesto los intereses antagónicos de las trabajadoras frente a la burguesía, pues solo desplazando sobre nuestros hombros las consecuencias de la crisis son capaces de sostener en el tiempo la extracción de plusvalía. En estos últimos meses, hemos podido ver como a medida que los ERTE desaparecían y, por tanto, las subvenciones del Estado, los despidos (muchos de ellos encubiertos) se han ido sucediendo.
No olvidemos que la existencia de las Empresas de Trabajo Temporal nos condena a la juventud trabajadora a contratos basura con relaciones contractuales ultraprecarias con una alta temporalidad, rotación, parcialidad, ausencia total de derechos laborales e inexistente capacidad de conciliación vital. Desde la llegada de la pandemia, no solo los ERTE y ERE han estado a la orden del día, sino que los despidos encubiertos, a pesar de no estar siendo tan mediáticos, han supuesto un desorbitado aumento del paro juvenil, ya que relaciones contractuales eventuales o ligadas a regímenes de contratación temporal por mediación de ETT han sido destruidos o no han sido renovados.
Cada vez son más los sectores que utilizan a las ETT como herramienta a gusto del consumidor para utilizar a las trabajadoras en el momento en el que les sea preciso y cuando no, condenarlas de nuevo a la lista del paro. Grandes multinacionales industriales, de la agricultura y ganadería, del sector de la hostelería y el comercio, teleoperadoras y las ligadas al transporte se han subido al carro y cada vez demandan más trabajadoras bajo este régimen de contratación de «usar y tirar», siendo que el 85% de contratos realizados a través de ETT se agrupan en estos sectores.
Somos precisamente la juventud, como sector de la clase obrera, la que más está pagando ya los costes no solo económicos, sino sociales de estas crisis. Esta situación no es nueva: si observamos los datos de paro de los menores de 25 años de los últimos 20 años, podemos ver que no ha variado sustancialmente. En la última década, la suma de incertidumbres sigue agudizándose quedando plasmado en nuestra falta de proyecto de futuro agudizada por los despidos, imposibilidad de emancipación, alquiler, etc. Y no olvidemos que el patriarcado sigue siendo un aliado directo del sistema capitalista siendo las mujeres jóvenes las que mayores números de ERTE y destrucción de empleo han sufrido.
Hemos visto las consecuencias de nuestro papel dentro de la división internacional del trabajo, en donde España se ha visto abocada por parte de la Unión Europea a un modelo económico basado en el turismo y el sector servicios. A consecuencia del desmantelamiento de gran parte de la industria, la precariedad, la estacionalidad o la emigración son las únicas tres opciones a las que condena la UE a las jóvenes trabajadoras para poder salir adelante. Ya lo vivimos en la crisis de 2008 y lo seguimos sufriendo hoy en día: la UE y su defensa natural de los intereses empresariales condena a millones de jóvenes en nuestro país a una situación de inestabilidad, desempleo, estacionalidad y pobreza.
Toda la historia de lucha del movimiento obrero nos demuestra que la oligarquía no cede ningún derecho por buena voluntad, todos han sido conquistados y defendidos con organización y lucha. Toda la rabia y la fuerza que como clase obrera tenemos debemos seguir canalizándolas. Vamos a seguir plantando cara por nuestras condiciones laborales y vitales, por seguir construyendo Poder Popular y poder conquistar un futuro para nuestra clase.