Las estudiantes de extracción obrera estamos viendo cómo las medidas tomadas para frenar el COVID-19 nos afectan de una forma mucho más grave que a las hijas de la burguesía.
El sistema educativo de un Estado burgués está supeditado al interés del capital, reproduciendo una segregación destinada a perpetuar la posición que en cada formación social tiene una y otra clase respecto a los medios de producción. Por lo tanto, partiendo de que el sistema educativo de nuestro país está construido por la burguesía y para la burguesía, es fácilmente explicable por qué soluciones ante situaciones de excepcionalidad como esta obvien la situación material de las jóvenes de extracción obrera: el sistema educativo no está pensado para ellas.
El estudio telemático por el que se han inclinado gran parte de los centros educativos y, especialmente, gran parte de las universidades del Sistema Universitario Español (SUE), no puede ser desarrollado por las que no contamos con determinados recursos informáticos en nuestras casas, tales como una red Wi-Fi, un ordenador o una impresora, o por las que, a pesar de sí disponerlos, estos deban ser copados por nuestras familiares, quienes deben seguir tele-trabajando para que el capitalista no vea su tasa de ganancia afectada.
Además, aquellas que debemos compaginar estudio y trabajo para poder pagar las tasas académicas hemos visto cómo, cuando no hemos sido también obligadas a continuar produciendo para el patrón en situación de peligrosidad, los EREs y los ERTEs nos han comenzado a alejar de que el curso que viene podamos acometer el pago de la matrícula, más si cabe cuando ni las universidades van a condonar parte de la matrícula ya pagada por la pérdida de la docencia presencial, ni el Gobierno se plantea un ampliación de las becas del Ministerio para recompensar todos estos perjuicios. Todo esto reincide en la alarma que durante estos días se ha asentado en nuestras familias debido a la propagación del COVID-19 y a la enorme incertidumbre material derivada de la crisis económica en ciernes, lo que termina de hacer impensable que en nuestros hogares podamos reproducir los ritmos académicos de la misma forma que se hace en el centro de estudio.
Durante los últimos años ha habido un auge de tendencias pedagógicas que fomentan el trabajo desde casa y la educación a distancia como una necesaria adaptación a la sociedad del siglo XXI. En el marco de la presente crisis epidémica, la Ministra Isabel Celaá ha aprovechado para publicar un tweet en el que argumentaba que las consecuencias de esta evidenciaban “la necesidad de tener un sistema robusto de educación a distancia”. Las comunistas somos conscientes de que todo esto supone un giro más en la individualización y privatización endógena de la educación basada en una realidad material que no se corresponde, en la mayoría de los casos, con la de los sectores populares. Nosotras optamos por luchar por una educación que ponga en el centro los intereses de la clase obrera, que nos forme en igualdad de condiciones, mediante métodos que fomenten el apoyo mutuo y el desarrollo colectivo, que nos permita socializar y relacionarnos entre nosotras y con el medio existente y que lo haga desde una educación pública totalizante, que no deje nada a merced de la realidad material de cada familia, pues esto solo puede ser una fuente de segregación de clase.
Las diferencias de clase también se dejan notar de forma muy severa en las Enseñanzas Medias, pues en estas apreciamos con gran intensidad la “guetificación de la educación”, por la que los centros localizados en barrios o zonas obreras cuentan con menos recursos y, por lo tanto, no pueden desarrollar las actividades que conciernen a la docencia telemática de la misma forma que lo hacen los centros de educación privados, concertados o los públicos localizados en zonas con un nivel de renta mayor.
Además, en edades más tempranas conviene que la mayor carga del estudio recaiga en las horas que la estudiante pasa en el centro, pues todavía es necesaria la imposición de una disciplina que sus familiares no pueden ejercer al tener que continuar trabajando. En general, podemos decir que no es viable que una familia obrera adapte sus horarios familiares, con las tareas de cuidados incluidas, a los ritmos académicos que pretenden mantener los centros mediante el estudio telemático, menos si cabe en momentos como los actuales, en los que los hogares de clase trabajadora, además del COVID-19, temen por su futuro laboral y material.
Por último, el cierre de los institutos públicos también ha conllevado que muchas hijas de clase obrera hayan dejado de recibir la única comida completa del día que tenían hasta el momento, lo que está destinado a agravar los datos de malnutrición infantil que presenta nuestro país.
En cuanto a una Formación Profesional que ya de por sí adolece los problemas de un modelo educativo mercantilista, y que fuerza al estudiantado de FP a dar el salto a la vida laboral en condiciones ultra-precarias o directamente en fraude de ley, podemos destacar varios problemas más.
Por un lado la interrupción de las prácticas curriculares, las cuales tienen dentro del modelo de FP actual una importancia clave, teniendo en cuenta la dirección laboral y el tránsito al mercado de trabajo en un corto plazo con el que está pensada esta opción académica. No podemos tolerar que, pese a que se apuntale una supuesta flexibilización del tramo de prácticas curriculares durante este curso, estas soluciones de urgencia dejen a todas las estudiantes que terminarían el presente curso con una menor formación práctica en comparación con el resto anterior, ni que las supuestas convalidaciones de asignaturas prácticas a tal efecto tengan una traslación real de desincentivación en la contratación de las estudiantes afectadas de aquí a un futuro próximo.
En los ciclos de Formación Profesional, estas herramientas telemáticas vuelven a mostrarse como arma de doble filo, y que sin duda alguna ya se está usando en su vertiente explotadora por el capital. No está asegurado que las estudiantes cuyas prácticas curriculares sí puedan desarrollarse mediante teletrabajo estén efectivamente realizando las tareas pensadas para dichas prácticas, y no cubriendo horarios y trabajo propios de una relación laboral por cuenta ajena. El distanciamiento del centro de producción y de la socialización entre trabajadoras que ya de por sí produce el teletrabajo se torna más preocupante cuando esto afecta a estudiantes cuyos perfiles son de fácil uso mediante estas y otras fórmulas empresariales para incurrir en fraude de ley, y por tanto cubrir puestos de trabajo sin remuneración ni contrato, lo cual también puede dar lugar por la contraparte a despidos y situaciones similares por las trabajadoras efectivas.
Hacemos un llamado a todo el estudiantado para que continúe organizándose en estos días difíciles; que se acerque a su sindicato o asociación de referencia y que participe activamente también durante el confinamiento. Estos son las únicas herramientas con las que contamos las estudiantes para exigir el aplazamiento definitivo del curso y el reacondicionamiento de un calendario académico que, por lo tanto, deberá ser modificado en el plazo que sea necesario para salvaguardar los márgenes mínimos que requiere el correcto desarrollo de las actividades académicas a cada uno de los niveles.
Solo a través del trabajo de base, la organización y el apoyo mutuo podremos aguantar las embestidas contra las estudiantes obreras y contra la educación popular por la que llevamos tanto tiempo luchando.
Aquí os dejamos una infografía resumiendo nuestra postura sobre el tele-estudio: